Page 53 - La venganza de la mano amarilla y otras historias pesadillescas
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No quiso decirle a su mamá qué había pasado para no preocuparla. Cuando la
señora preguntó por qué no los acompañaba Miguel, ella comentó que estaba
atareado de tanto trabajo y no podía salir. Incluso tuvo el plan de quedarse, pero
Marifer no quiso dormir sin su oso y fue necesario regresar a casa.
Llegaron a las ocho de la noche, preparó la cena, ordenó los útiles escolares de
los niños y los llevó a acostar. Fue al estudio y tocó la puerta. Miguel se asomó.
Parecía asustado.
—Ahora que no estuvieron, esa criatura anduvo paseando por la casa. Tiró la
lámpara de la sala, varios libros del librero y abrió los quemadores de la estufa.
¡Quería asfixiarme con gas!
Teresa lo miró con extrañeza. Cada vez se parecía menos al hombre del que se
enamoró en la preparatoria. Decidió acostarse al lado de su niña.
Tres horas después despertó sudando. Tuvo la impresión de que algo corrió
desde el baño por la orilla de la pared. Era una presencia sobrenatural. Encendió
la lámpara pero no halló nada. Todo estaba en su sitio. La niña dormía
plácidamente. Tal vez solo era su imaginación. Se fijó en que la puerta del baño
estaba entreabierta. Caminó hacia ella. La empujó. Prendió la luz y quedó
aterrada al descubrir un macabro mensaje en el espejo, escrito con crayones de
colores:
TODOS VAN A MORIR
Eran los crayones de Marifer; era una letra infantil, pero su hija ni siquiera sabía
leer bien todavía. Sintió una gran indignación. El miedo se mezclaba con el
coraje. ¿Quién podría atreverse a escribir semejante barbaridad en la habitación
de su amada niña?
Algo sumamente enfermo estaba pasando en esa casa. Quizás se hallaba
embrujada, como decía Miguel. Era tonto pensarlo pero era una posibilidad que
no podía descartar en ese momento. Envolvió a la niña en su cobertor y salió.
Desde el barandal observó a Miguel sentado en el sillón mirando el granulado