Page 54 - La venganza de la mano amarilla y otras historias pesadillescas
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del televisor. Prefirió entrar al cuarto de César, cerrar con llave y quedarse ahí.

               Dio vueltas en la cama. No podía dormir. Al fin, cerró los ojos.

               Entre la bruma del sueño le pareció oír a su hija hablando sola. Despertó. Se
               acercó a ella pensando que había tenido una pesadilla. La abrazó.


               —No tengas miedo, mi niña.


               —Yo no tengo miedo, es Jack.


               —¿Jack? ¿Quién es Jack?


               —Él —y apuntó a la cara de su oso de peluche.


               —¿Tú le pusiste así?


               —No, mami, ese es su nombre.

               —¿Cómo lo sabes, preciosa?


               —Él me lo dijo.


               Teresa quedó intrigada.


               Tocaron la puerta. Teresa se puso alerta.


               —¿Quién es?


               —Soy yo —contestó su esposo.


               —¿Qué quieres?


               —Tú solo ábreme.

               —No.


               —Te digo que me abras. Apúrate.


               Teresa sintió que el miedo le hacía temblar cada vez más.


               –Ya sé quién está haciendo todo esto. Ábreme.
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