Page 70 - La venganza de la mano amarilla y otras historias pesadillescas
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horriblemente como castañuelas; la boleta de calificaciones de Pepe, en la que se
registraban sus notas reprobatorias en español e inglés, y que él había escondido
en un libro de literatura porque sabía que a nadie en su casa se le ocurriría abrirlo
nunca.
También obtuvo un kilo de polvo que Maripili, la sirvienta de los Pérez Robles,
echó bajo la alfombra; el repugnante aceite de hígado de zorrillo que el doctor
naturista le recetó a Iris porque era energético; los horrorosos tubos para el pelo
que Güeya, la Bella, se ponía en la cabeza y que avergonzaban tanto a su marido,
y los casetes del payaso Pepillín, que atormentaron a toda una generación en la
escuela primaria gracias a la maestra de Artísticas y que un buen día
desaparecieron de su bolso.
Pronto tuvo frente a él un sinfín de artículos cuya característica común era
haberse perdido. Memo supo así que el sombrero del mago aún conservaba un
poco de su poder.
La venganza del mago
Al volver de la escuela, Memo invitó a Pepe a jugar a su casa con el sombrero.
—Nomás un rato, porque luego mi mamá me regaña. El día que me tardé en el
zoológico del circo me acusó con mi papá y él me castigó haciendo que le
cortara las uñas de los pies —comentó Pepe, temeroso.
—Está bien, además te va a gustar.
Entraron. Memo buscó la vara y el sombrero hechizados en el lugar donde los
había dejado, pero solo encontró el sombrero. Colgaba de un clavo en la pared.
Lo descolgó para ponerlo en la mesa. Llamó a su amigo y comenzaron a jugar.
Sacaron de su interior la aguja que se perdió en un pajar, una revista con chicas
en bikini, un muñeco de payaso lleno de alfileres y la ridícula corbata de bolitas
que Memo no se quiso poner en el cumpleaños cien de su retatatatarabuelo
Martín.
También encontraron piezas extraviadas de un rompecabezas, una carta de amor
destinada a su mamá y una nube de papel en forma de borrego que lo saludó por