Page 75 - La venganza de la mano amarilla y otras historias pesadillescas
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La venganza de la mano amarilla







               Serafino, el zapato fino


               Cuando una mamá se pone necia no hay quien le gane. Su palabra es la única
               que vale. Y no tiene caso discutir porque siempre creerá que tiene la razón.
               Precisamente eso sucedió una noche en que mi mamá, después de cerrar la
               tienda a las ocho, se puso a hacer sus cuentas y me pidió que le llevara la caja

               donde guardaba las libretas de contabilidad. Ya todas sus trabajadoras se habían
               marchado a sus casas y solo estaba encendida la lámpara que colgaba encima del
               mostrador principal.


               —¡Apúrate! —gritó, mientras sumaba las cantidades en voz alta.

               —¿Dónde están? —pregunté.


               —Ya sabes dónde las pongo —contestó.


               Encendí la luz del almacén y me dispuse a buscarlas. Suele guardarlas en una
               caja de zapatos vacía en los primeros anaqueles de madera. Me incliné para
               revisar abajo pero no encontré nada. Salí.


               —Mamá, no hay nada.


               Sin levantar la cara ordenó:


               —Búscala. Ahí está, junto a los overoles.


               Regresé al almacén, arrastrando los pies. Revisé más anaqueles sin hallar la
               dichosa caja. Después de diez minutos volví con mi mamá y confesé, derrotado,
               que no estaba por ninguna parte.


               —¿Me puedo ir ya? —pregunté.


               Me miró con dureza y me sentí un insecto. Despegó los ojos de aquellos
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