Page 72 - La venganza de la mano amarilla y otras historias pesadillescas
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sospechó que era el mago y que venía por los restos de su vara y su sombrero,

               que de algún modo sabía que Memo los había tomado días atrás.

               Escuchó unos fuertes golpes en el húmedo cristal. El corazón de Memo
               amenazaba con escapar de su pecho. Se tapó por completo y la cobija le pareció

               muy chica.

               Estuvo oculto así durante algunos minutos mientras decidía qué hacer. Si el
               mago venía por sus cosas era justo que se las devolviera a su dueño. Era pobre

               pero no ladrón, mucho menos cobarde.

               Optó por enfrentar la circunstancia. Encarar al mago y entregarle su sombrero y
               el trozo de vara, que de seguro su mamá había tirado al bote de la basura.


               Miró en dirección a la ventana y el hombre ya no estaba allí. Bajó de la cama y
               caminó hacia la cocina porque ahora los golpes en el vidrio se oían por el lado
               del patio trasero.


               A través de la puerta vio la imponente figura de aquella sombra, que se
               agrandaba cada vez más con la luz del farol de la calle. Tomó apresuradamente
               el sombrero y registró a tientas el bote de desperdicios.


               Encontró el pedazo de madera entre cáscaras de papaya y plátano. Entregaría los
               utensilios de trabajo al mago y le diría que todo fue un malentendido. Él nunca
               se apropiaría de algo que no le perteneciera.
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