Page 86 - El disco del tiempo
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pedestres, lanzamientos de jabalina y disco, y lucha cuerpo a cuerpo, lo mismo
que para el salto del toro, reservándose estas suertes para el final del día.
Los atletas cretenses, de cuerpos ágiles y musculosos, se desempeñaron en las
justas con maestría. Por curiosidad, Minos había dado la orden de que se
permitiera al joven ateniense participar en el pugilato contra el campeón de
Knossos, de nombre Ideo. Este campeón tenía la cabeza rapada, a excepción de
un largo mechón de cabello negro y rizado que le bajaba orgullosamente por los
hombros. Era de la misma edad de Teseo y el dibujo de su musculatura acusaba
una fuerza excepcional. Cuando salió a la arena, las muchachas de Knossos le
lanzaron lirios y de las bocas de cada uno de los asistentes salieron entusiastas
gritos de apoyo.
Cuando la multitud percibió a Teseo, se hizo un silencio cargado de presagios. El
rumor de la llegada del joven en el grupo de cautivos había corrido rápido por
las calles de Knossos. La multitud estaba persuadida que era el hijo de Poteidan
y que su muerte acarrearía males sin fin sobre la isla. Porque iba a morir.
La gente sabía que Teseo y sus compañeros perecerían ante los toros, como un
símbolo sangriento del poder de la talasocracia sobre la polvorienta Atenas.
Tanto Ideo como Teseo estaban desnudos, solamente una banda de tela oscura
ceñía sus riñones.
Ariadna palideció al contemplar la hermosura varonil de Teseo y creyó estar a
punto de desmayarse. Pasífae alcanzó a comprender la razón del
estremecimiento de su hija y una sombra veló sus ojos, pues había recibido un
mensaje de su hermana Medea y tenía para con Teseo sus propios planes.
—Si ella desea a este joven —pensó, refiriéndose a Ariadna— tanto peor. Y lo
contempló más fijamente. La lucha había empezado y desde lejos se percibía
como una danza. Ideo tiraba fuertes puñetazos mientras Teseo buscaba su lado
flaco. Demasiado ataque y poca defensa habían asegurado a Ideo la corona en
muchas ocasiones. Lanzó un derechazo dirigido al plexo solar de Teseo, quien
con agilidad extraordinaria lo esquivó, aprovechando el momentáneo
desconcierto del adversario para asestarle un puñetazo en el maxilar inferior.
Brotó la negra sangre y dos dientes del campeón escaparon de su boca. Las
divinidades de la furia empezaron a patear la cabeza de Ideo, quien escupiendo
sangre, zahería a su contrincante: