Page 87 - El disco del tiempo
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—¡Perro de Atenas! ¡Hijo de prostituta! ¡Doblégate ante la superioridad de
Knossos!
Teseo sonrió. La lluvia de puños que lanzaba Ideo era irracional. El trecenio la
esquivaba sin mayor esfuerzo, y con la cabeza fría preparó su golpe final,
dirigido a la cabeza del cretense.
Ideo movió la cabeza para esquivar el golpe y esto hizo que recibiera el impacto
entre la nariz y la boca. Cayó pesadamente al suelo y la multitud, sin pensar en
lo que hacía, vitoreó al enemigo, al trecenio Teseo, que había demostrado su
superioridad de púgil sobre el campeón de Creta.
—Mala señal —farfulló entre dientes Creteia, la sacerdotisa, mientras Minos
coronaba a Teseo como vencedor del pugilato.
—Venciste, trecenio. La suerte te ha sonreído. Otra cosa será frente al toro. Te
llevarás al Hades el dulce recuerdo de esta corona y los aplausos con que los
cretenses premian tu triunfo.
—¿Por qué estás tan seguro de mi muerte? Confío en mi padre, en Poseidón.
Todo padre ama a su hijo y quiere evitar su muerte.
—¿Lo dices porque no pude evitar la muerte del mío, causada por la traición del
rey de Atenas? Es la pesadilla de mis noches. Pero me consuelo enviando a
Androgeo jóvenes campeones como tú para que lo acompañen en las sombrías
moradas del Hades. Ve a ponerte la túnica de los vencedores, contemplarás desde
aquí el salto del toro, que se lleva a cabo por los mejores atletas de mi isla.
Mañana saltarás tú.
Minos despidió a Teseo con un movimiento de manos y contempló los
lanzamientos de bala que en ese momento tenía lugar en la arena.
Mientras Teseo, escoltado por los Guardias de la Doble Hacha, tomaba un baño
y vestía la túnica de los vencedores, Pasífae le hizo a Ariadna una seña para que
la siguiera. Abandonaron la arena y cruzaron un patio para llegar a una pequeña
habitación que garantizara privacidad.
—Ariadna, están ocurriendo cosas terribles.