Page 45 - La desaparición de la abuela
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aseguraba que esas especies se habían extinguido.
Rodrigo caminó extasiado por ese jardín como de película y no le alcanzó la
vista para seguir descubriendo cosas increíbles: al volver los ojos, se dio cuenta
de que el edificio del que acababa de salir parecía tener un halo luminoso gracias
a la gran puerta de cristal y a los ventanales que había en toda la fachada,
embestida una y otra vez por el revuelo de decenas de golondrinas. Entonces
notó que desde la magnífica construcción de varios pisos salían diferentes
veredas y que él había recorrido sólo una.
Corrió de nuevo hacia la puerta de cristal y se encaminó hacia otra vereda que lo
llevó, tras algunos minutos, a otro paisaje. ¡Era una playa! El marera
transparente y había iguanas multicolores asoleándose en las rocas, y gaviotas, y
pelícanos que revoloteaban gozosos, y cangrejos que corrían en reversa sobre la
arena y...
Rodrigo parpadeó, deslumbrado, tratando de pensar con coherencia; intentaba
ser lógico como siempre le aconsejaba su papá, pero lo único que atinó a pensar
fue que todo era tan maravilloso y fantástico, tanto, que resultaba muy extraño.
Pensó que había gato encerrado.
Volvió sobre sus pasos para investigar adonde llevaban las otras veredas que
divisó desde el jardín de las fuentes, y en ese momento se le ocurrió que no
había visto ni una sola persona.
Tomó una tercera vereda, esta vez con los oídos atentos por si escuchaba voces o
pasos o algo que le indicara dónde había gente; se dio cuenta de que se hallaba
en un extenso y cuidado campo de cultivo. Las parcelas, de no más de dos
metros cuadrados, tenían hortalizas diferentes y, más allá, crecían también avena
y alfalfa, algodón y trigo, maíz y frijol.
De pronto, un murmullo lejano lo obligó a detenerse. ¡Eran voces! Buscó dónde
esconderse, pero en ese paisaje ¡sólo podía ocultarse en el trigal, que era la
parcela que le quedaba más cerca!
Rodrigo corrió y se tiró pecho a tierra para que nadie lo viera. Las voces se
acercaron y, al escuchar atentamente, el muchacho comprendió que el murmullo
que había escuchado antes era una melodía, una canción muy bonita y muy
dulce, pero no entendió las palabras.