Page 41 - La desaparición de la abuela
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El agente sabía que el hombre tenía razón, así que le entregó el reloj de Rodrigo,

               mientras indicaba:

               —Está bien. No nos llevaremos al chamaco, pero ustedes deben acompañarlo a
               la comandancia para que un experto realice un retrato hablado y podamos saber

               a qué nos estamos enfrentando.

               Cuando los policías se hubieron marchado, Carlos, Maribel, Mariana y Esteban
               se abrazaron llorando. Orelio, que no sabía qué hacer ni qué decir y que por

               ningún motivo quería ir a la comisaría, puso pies en polvorosa, pues lo único que
               anhelaba era esconderse.

               En su lujosa oficina subterránea, Conrado Mustaquio, fastidiado porque era

               sábado y en sábado la gente no debía poner un pie en ninguna oficina, analizó
               con todo cuidado los datos que le ofrecía una pequeña computadora integrada a
               su escritorio:





               • El niño en nuestro poder.


               • Los papás en la comandancia.


               • La policía enterada.


               • Todo bajo control.






               Rómulo Niente





               Conrado Mustaquio sonrió con satisfacción. Estaba seguro de que no había nada
               ni nadie que pudiera estropear sus planes y el que lo intentara...¡se iba derechito

               al Paraíso! ¡De ahí no salía nadie!

               El hombre se frotó la barbilla que adornaba su inmensa sonrisa y apagó su
               computadora. ¡Ahora sí, a disfrutar de su fin de semana, que bien merecido lo

               tenía!
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