Page 51 - La desaparición de la abuela
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lámpara sorda y bancos y sillas desvencijados.


               Fermín descubrió ese espacio unos años atrás.


               Era su casa y la defendía como un león. Varias veces la policía había estado a
               punto de descubrirla, pero se habían llevado un chasco porque con una losa que
               deslizaba sobre el agujero, éste lograba pasar inadvertido.


               Cuando Esteban se introdujo en la casa de Fermín con la mayor naturalidad y
               cuando el chico, con cierta reserva, lo hizo descender, Carlos se sintió
               impactado. Había oído hablar de los chicos de la calle y de cómo lograban
               sobrevivir, pero nunca se imaginó eso que veía. ¡Fermín era de la misma edad de
               Rodrigo y no había tenido ni una sola oportunidad en su vida a pesar de que se

               comportaba como un líder y sobrevivía y ayudaba a todos sus amigos,
               incluyendo a su hijo, que era un privilegiado!

               Esteban, sin aceptar la silla coja que le ofrecía su amigo, le explicó rápidamente,

               y de cabo a rabo, todo lo que había sucedido.

               Fermín, quien había aprendido en la vida que todo se podía si uno quería, y más
               si se trataba de salvar a un amigo, miró a Carlos con expresión madura y

               decidida:

               —Somos un ejército, don. ¡Y vamos a encontrar a Rodrigo!
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