Page 53 - La desaparición de la abuela
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Tenían que ocultarse también de los hombres de la calle que parecían mendigos

               y que no lo eran, pues sabían que eran dirigidos por un tal Rómulo, que era muy
               malo. Rómulo y sus hombres andaban siempre repartiendo droga entre los niños
               más pequeños y había que cuidarlos de ellos para que no cayeran en sus garras.


               Sin que lo razonaran, tenían un código ético que no podían traicionar: cada uno
               era responsable de sí mismo y de quienes lo rodeaban, pues se dieron cuenta de
               que si a alguno de ellos le pasaba algo malo, eso repercutía en todos.


               Cuando algo muy grave ocurría, sin que nadie se diera cuenta, la ciudad se ponía
               en movimiento y, en unas cuantas horas, todos los jefes coloniales se reunían en
               una de las minas abandonadas que existían al sur de la metrópoli.


               ¿Cómo lo hacían? Era muy fácil: en cada colonia había una pared que,
               aparentemente, era como todas las de la ciudad. Sin embargo, cuando había una
               emergencia, en esa pared, totalmente blanca, alguno de los niños le pintaba este
               símbolo (^), que para ellos significaba unión. Cuando la emergencia desaparecía,
               desaparecía también el símbolo.


               En menos de cinco minutos, el código estaba ya escrito en la pared de otra
               colonia y así, sucesivamente, hasta que cada líder recibía el mensaje.


               Tenían también otra manera de comunicarse y era más rápida, pero ésta sólo
               podía utilizarse cuando había sol: consistía en utilizar espejos para hacer cardillo
               sobre los grandes anuncios de las calles, en cuanto alguno de ellos descubría el
               símbolo en alguna pared.


               Así, con pared y con cardillo, porque el domingo era soleado, Fermín convocó a
               una asamblea de emergencia, y poco antes de las tres de la tarde todos los líderes
               coloniales estaban reunidos en su caverna secreta.






               A la misma hora, Rodrigo se encontraba también en una asamblea, pero de una
               naturaleza muy extraña.


               No sabía cuántos, quizá cientos de personas vestidas de blanco, estaban reunidas
               en un enorme salón con pisos y paredes cubiertos de mármol blanco.

               La mujer que lo descubrió en el trigal lo había llevado hasta el frente del salón y,
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