Page 57 - La desaparición de la abuela
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La ropa blanca seguía en el mismo sitio; la bandeja con el desayuno había
desaparecido y todo estaba arreglado y muy limpio. ¿Quién se encargaba de que
todo estuviera aseado y en orden?
Rodrigo, que empezaba ya a sentirse débil por la tensión y la falta de alimento,
pensó que no podía permitir que el hambre, la sed y el cansancio acabaran con
él. Por ello, decidió darse una ducha.
El agua sobre su cuerpo hizo que deseara beber grandes tragos porque se moría
de sed, pero decidió aguantarse y no tomar ni una gota. Tenía la sospecha de que
también estaba contaminada, como la comida.
Al vestirse, no olvidó colocarse su camiseta del equipo y sobre ella la ropa que le
dejaron, pues no iba a claudicar, ni a formar parte de ese conglomerado de
personas que no se daban cuenta de que obedecían órdenes absurdas porque los
habían convertido en robots sin voluntad alguna.
Al terminar de vestirse, y mientras se encontraba ante el espejo, el inteligente
muchacho, que había leído algunas novelas de espías y visto muchas películas de
suspenso, se dio cuenta de que tras el espejo había alguien que lo observaba.
Fingió que se encontraba en las mismas condiciones de los demás y estuvo
seguro de que su actuación había sido tan eficiente que había logrado despistar a
quien lo vigilaba.
Al volver a la habitación, se percató también de que había diminutos ojos
electrónicos en cada esquina que podrían pasar inadvertidos para cualquiera,
pero no para él, que entendía casi al detalle cómo funcionaban los circuitos
cerrados de televisión.
Sin importarle mayor cosa el no obedecer las órdenes de acostarse a dormir una
siesta, salió del cuarto para escudriñar el edificio.
Se dio cuenta de que la puerta de cristal, al fondo del pasillo, estaba cerrada y de
que había escaleras que subían a los pisos superiores. Todo estaba en silencio.
No se escuchaba nada. Todas las puertas estaban cerradas. Caminó por pasillos y
más pasillos tratando de escuchar, de ver, de saber...
Al llegar sobre las puntas de los pies al tercer piso, escuchó algo ¡por fin! Le
pareció que era una mujer que entonaba una canción. Era como un rumor lejano,