Page 73 - La desaparición de la abuela
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               RODRIGO y su abuela, quien logró subir al árbol sin tropiezo alguno aunque
               más lentamente que Rodrigo, contemplaban azorados la búsqueda que realizaban

               los hombres de azul. No se movían, no respiraban, no pensaban... estaban como
               estatuas para que no dieran con ellos.

               Había pasado media hora desde que los vigilantes salieron a buscarlos y éstos

               sabían que les aguardaba un castigo espantoso por no cumplir con las órdenes de
               Conrado, quien esperaba por ellos en el Paraíso oculto.

               El Paraíso oculto era otro mundo bajo el mundo exterior. En él vivían

               trabajadores cuyo jefe era la mano derecha de Conrado Mustaquio: el Vigilante
               Mayor, un hombre alto y serio que no sólo controlaba empleados, sino que
               también se encargaba de la central informática del Paraíso.


               Quienes trabajaban en el Paraíso oculto aceptaron ser contratados a pesar de
               saber que nunca volverían a salir de ahí. No les importó, pues todos podían vivir
               con sus esposos y esposas pero sin tener hijos. Esa era la principal condición.
               Ellos la aceptaron: juraron no salir nunca y jamás tener familia.


               El Paraíso oculto albergaba a hombres y mujeres que nunca habían sido vistos
               por quienes vivían en el Paraíso al aire libre. Ni siquiera sospechaban su
               presencia.


               Todo había sido un plan perfecto. Una ejecución precisa que le parecía
               maravillosa a Conrado Mustaquio, el hombre que decidió salvar al planeta pero
               después de destruirlo.


               ¿Cómo entender esta contradicción?


               Conrado Mustaquio, cuyo verdadero nombre era Jerónimo Sacro, había nacido
               treinta y seis años antes en una pequeña aldea cercana a Sarajevo en la antigua
               Yugoslavia. Su padre pertenecía al cuerpo diplomático de un país
               latinoamericano, pero Conrado sentía esa tierra como su patria. Ahí había
               estudiado, ahí había hecho amigos y tenía una linda novia, con la que planeaba
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