Page 79 - La otra cara del sol
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—¿Te gusta leer?
—No haría otra cosa si pudiera.
—Yo también —me contestó sonriendo.
Me sentí feliz, muy feliz. Era la primera vez que encontraba a alguien que se
parecía en algo a Ismael. Entonces se acercó Marianela y preguntó:
—¿De qué hablan sin mí?
—De lo que nos gusta leer —le respondió Malena.
—Pues yo no me quedo atrás, así que lo mejor es que formemos un club —dijo
Marianela muerta de risa.
Ambas se quedaron conmigo durante el recreo. Les conté mis vacaciones y les
hablé de Ismael. Les dije también que tenía seis hermanos y que mamá había
muerto. Hablé atropelladamente, como si quisiera ponerlas al corriente de mi
vida entera en unos minutos. Las dos me escucharon sin parpadear.
A partir de ese día nos volvimos inseparables.
Tatá no salía de su asombro, como tampoco las envidiosas de nuestro grupo.
Lógicamente,Tatá no sentía envidia, solo que le parecía increíble que la apocada
de su hermanita pudiese ser amiga de dos niñas tan maduras y tan atrevidas.
Le escribí a Ismael. Le hablé de lo feliz que me sentía, le dije que ahora los fines
de semana no me gustaban tanto porque no podía ver a mis dos amigas. Le conté
que teníamos más o menos la misma edad, pero parecía que me llevaran diez
años. Que ellas sabían montones de cosas que yo ignoraba y tenían un
desparpajo que yo no poseía ni por asomo.
Una tarde, en el recreo, Malena me dijo:
—Te pondría una cinta alrededor de la cabeza para que te parecieras mucho más
a nuestros ancestros indios. Con esos ojos tan rasgados y ese pelo tan liso eres
una linda descendiente de nuestros antepasados.
¿Linda yo porque me parecía a una india? Era la primera vez en mi vida que