Page 41 - La niña del vestido antiguo y otras historias pavorosas
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moleste.
—¿Le preguntaste si puede firmar mi libro?
—Ahorita voy. Veré si se siente bien.
Ciro se acomodó en el sillón y cruzó la pierna derecha encima de la izquierda.
Respiró hondo y exclamó:
—¿Sabes una cosa? —el otro solamente lo miraba—. Mi sueño es ser escritor,
escritor de cuentos de terror. Quiero escribir historias que realmente hagan sufrir
al lector por el miedo, así como he sufrido leyendo las de tu papá. ¿Cómo ves?
Mefisto sonrió esforzándose por ser amable y atento. Asintió con la cabeza
repetidamente.
—¡Y vas a sufrir hasta las lágrimas!
—¿Está escribiendo historias más terroríficas? —inquirió Ciro, ansioso.
—Que harán sufrir a sus lectores como nunca.
—Eso es ser profesional.
—O sádico.
—Es lo mismo en su trabajo —rio.
—Ahora vengo.
Ciro vio cómo Mefisto subía por las escaleras y desaparecía al dar vuelta. Se
quedó acariciando la portada de Santuario de sangre, su novela favorita. Al fin
tendría la oportunidad de tener un ejemplar firmado personalmente por su autor
favorito, Infinito Verdugo. ¡Vaya seudónimo! Pasaron veinte o treinta minutos.
Se levantó a curiosear. Caminó por un pasillo que desembocaba en una pared. Le
dio la impresión de que aquella pared fue levantada para impedir el paso hacia el
fondo. Regresó y se introdujo por otro pasillo, que conducía hacia la parte
trasera de la casa, pero justo a la mitad había una puerta con candado. Estaba
abierto. Tenía un letrero que de inmediato le atrajo: “Prohibido el paso”. Recargó
el oído sobre la superficie de la puerta. Oyó que alguien subía lentamente con