Page 69 - La niña del vestido antiguo y otras historias pavorosas
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—¿Qué estás viendo? ¡Fuera de aquí!
Isaac se alejó, pero la misma voz lo detuvo.
—Espera, siéntate —se puso en cuclillas—. Gracias.
—De nada. ¿Por qué te golpearon?
—Son unos idiotas. Es que yo gano más que ellos y se mueren de envidia. Me
querían quitar dinero para hacerme quedar mal.
—¿Hacerte quedar mal?
—No tiene caso explicarte. ¿Tienes hambre?
—No.
—Tienes una cara de hambre que no puedes disimularla. Vamos, ayúdame a
levantarme. A tres calles hay una panadería.
El de las muletas compró una gran bolsa. Se la extendió.
—¿Cómo te llamas?
—Isaac —devoraba el pan con ansia.
—¿Vas para allá?
—Sí.
—¿Dónde vives?
—En ninguna parte. Duermo donde caiga. O donde me dejen.
Cruzaron el centro, enfilaron al norte hasta llegar a la periferia. Isaac cargaba su
maleta, cada vez más ligera, y al pasar cerca del puente donde dormía, le dijo al
otro:
—Yo aquí me quedo. ¿Tú hasta dónde vas?
—Atrás de aquella fábrica, en el refugio.