Page 71 - La niña del vestido antiguo y otras historias pavorosas
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No contestó. Le inspiraba desconfianza. Apretó la mochila como si fuera un
escudo.
—¿Por qué estás tan solito? —miró alrededor, como cerciorándose de que no
hubiera nadie más por ese rumbo.
—¿Qué le importa?
—Mira nomás, tan jovencito y tan mal educado. Esta no es manera de
contestarle a una persona mayor. ¿Acaso no fuiste a la escuela?
Isaac lo miraba con gran recelo. Discretamente trató de tomar una piedra.
—Tienes una cara de hambre que apenas si puedes con ella. Hace mucho que no
comes, ¿verdad?
—No es asunto suyo.
El hombre sacó un cigarro y lo encendió. La flama del cerillo iluminó sus dedos
gordos, callosos y mugrientos. Dio una fumada y después le echó el humo en la
cara al muchacho. Luego intentó tomarlo del mentón. Isaac le dio un manotazo.
—No te pongas grosero, porque me vas a obligar a que yo tembién lo haga.
Vengo por las buenas a hacerte compañía. ¡Quiero que no pases frío, y me pagas
con esto! No sabes ser agradecido, niño. Hizo falta que tu padre te diera unos
buenos chingazos para educarte como se debe.
—¡No te metas con mi padre, estúpido! —levantó el brazo, aprisionando la
piedra.
—No te hagas el valiente porque entonces te va a ir peor. Será mejor que
cooperes —se lanzó contra él y lo jaló de la playera hasta que se la rasgó.
El muchacho le asestó enseguida una pedrada en la cabeza y el hombre cayó de
hinojos. Se llevó la mano a la frente, tratando de detener el flujo de sangre. Isaac
escapó a toda prisa de aquel inhóspito sitio mientras el sujeto gritaba:
—Me la vas a pagar, maldito. Tarde o temprano.
Por ninguna razón regresaría a dormir a esa zona. Respiró hondo y miró desde el