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Deporte adaptado y Discapacidad. Tema 4 – Orientaciones metodológicas
En el ámbito de las lesiones musculares, encontramos casos de miopatías, en los que
la patología interesa a las fibras musculares. Estos procesos afectan de forma global a los
músculos esqueléticos sin interferir en su inervación. Pueden dividirse a su vez, en distrofias
musculares y miotonías.
En la distrofia el síntoma principal es la debilidad. La forma más común es la
pseudohipertrófica de Duchenne, que se caracteriza por una debilidad acusada en los
miembros inferiores, con gran dificultad para caminar con marcha de pato y presentando signo
de Gowers (trepar sobre sí mismos para ponerse de pie).
Las miotonías vienen caracterizadas por una manifiesta dificultad para la relajación
muscular, tras una contracción enérgica sobre todo de las manos
En todos los casos, se apuntan las siguientes orientaciones:
1. Evitar cualquier tipo de relación paternalista en la que el deportista con
discapacidad se sienta inferior, protegido o distinto a los demás compañeros; muy al
contrario, el deportista necesita sentirse uno más y que se le trate como a todos. En
consecuencia, el trato ha de ser natural y espontáneo, fomentando en todo momento
las mismas sensaciones y actitudes que surgen en la relación cuando no participan
personas con discapacidad.
2. No utilizar un tono en la voz que denote pena o lástima ni hablarle como si no fuera
capaz de entender, como los demás, lo que se está diciendo. Por ello, debe utilizarse el
mismo tono de siempre y, desde luego, mostrando una actitud comunicativa relajada y
valorando y respetando siempre las capacidades ajenas.
3. Respecto a los deportistas que utilizan silla de ruedas hay que tener presente que la
valoran como un bien necesario que les permite poder desenvolverse con más soltura
y utilizar el espacio con mayores posibilidades. Por tanto, habría que erradicar esa
sensación común en muchas personas respecto a que la silla de ruedas es un elemento
«fantasmagórico» y con connotaciones negativas que marca de por vida a la persona
que la utiliza. En tal sentido, conviene jugar con la silla, desdramatizar su uso, utilizarla
para muchas más cosas que para desplazarse, hasta caer en la cuenta de que gracias a
ella es posible realizar mil y una aventuras que, sin duda, hacen la vida más accesible y
posible.
4. La deficiencia que presenta un deportista es una característica más de su perfil, pero
no la primera ni la más importante, ni mucho menos la única. Antes que portadora de
una deficiencia es persona, capaz de ser y experimentar, como todos, las más
insospechadas vivencias y experiencias que devienen de la relación con sus iguales; en
este sentido, se impone el respeto y la valoración de la persona antes que nada como
lo que es, sin menosprecio de sus deficiencias y, también, de las dificultades que ellas
pueden presentar en la realización de las tareas cotidianas.
5. A partir de la aceptación natural de la deficiencia propia, el deportista necesita ser
reconocido, valorado y elogiado por sus progresos, por muy lentos y poco relevantes
que pudieran parecer; por ello, convendría reforzar positivamente los progresos,
animándole seguir trabajando y a descubrir otras maneras de mejorar y sacar mayor
partido a sus posibilidades motrices.