Page 197 - El arte japonés de la guerra : entendiendo la sabiduría de la estrategia
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EL FILO  ZEN  DE LA NAVAJA      193

        Uno  de los rasgos  característicos  de la ignorancia  es  el
    prejuicio  ciego,  y es  muy  útil  vigilarlo  cuando  se  valoran
    reacciones  subjetivas  a  percepciones  de  actitudes.  En  el
    tema  de las artes  marciales,  del militarismo  y de su  influen-
    cia  en  la sociedad  humana,  la cuestión  de  su  función  es
    esencial  en la formación  de la filosofía clásica.  Las artes  mar-
    ciales japonesas fueron  más o menos  transformadas  en  artes
    terapéuticas  y  de  representación  durante  la  larga  Pax
    Tokugawa,  que  comenzó  a principios  del siglo XvVH  y duró
    doscientos  cincuenta  años,  hasta  que,  a  mediados  del  si-
    glo  xix,  los  Barcos  negros  americanos  amenazaron  con
    «enfadarse,  soplar y echar  la casa  abajo»  silos japoneses  no
    les dejaban  entrar  en  Japón.
        Durante  el primer siglo de la larga paz,  el desarrollo  de
    diversas  escuelas  de  artes  marciales  creó  un  canal  relativa-
    mente  inofensivo  para  la expresión  de la agresividad  mas-
    culina  y las ambiciones  no  realizadas  durante  los cien  años
    de  constantes  luchas  a  lo largo  de  la sangrienta  Semgoku
    jidai, o Era de los Estados  en  guerra.  Además, mientras  que
    esta  violencia  sobrante  se  ventilaba  en  grupos  privados  al
    margen  del gobierno y de la sociedad,  las antiguas conexio-
    nes  zen  del bushido  inclinaron  a las artes  marciales  hacia  la
    filosofía  budista  y la  automaestría  y,  circunstancialmente,
    también  hacia  su  ética.  En  lenguaje  budista  tántrico,  utili-
    zar  «instrumentos  de mal  agiiero»  para  realizar  una  buena
    obra se llama  «servirse  de una  espina para sacar  otra  espina».
       Hasta  cierto  punto,  las artes  marciales  orientales  están
    cumpliendo una función similar en la sociedad  urbana ameri-
    cana  actual.  Ésta es  sin  duda  una  de sus  adaptaciones  más
    racionales, como  lo fue en el Japón el siglo xvI.  Sin embargo,
    durante  los siguientes cien años, el número creciente  de samu-
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