Page 206 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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200                  MARCHA A TRAVES  DE  SIRIA
       entró  en  el  puerto  de  la  ciudad  la  tetrera  ateniense  Paralia,  que  jamás  se  hacía
       a la  mar  no  siendo  con  una  misión  sagrada  o  especialmente  importante;  los  em­
       bajadores  transportados  por  ella  presentáronse  ante  Alejandro  para  darle  sus  pa­
       rabienes  y  asegurarle  la  lealtad  inquebrantable  de  Atenas, cortesía  a la  que  Ale­
       jandro  correspondió  poniendo  en  libertad a  los  atenienses  que   habían  sido
       hechos  prisioneros  en  la  batalla  del  Gránico.
           Era  necesario  preocuparse  de  regular  la  situación  de los  países occidentales
       para  una larga  ausencia.  En  la  Hélade,  con  excepción  de Esparta  y Creta,  todo
       estaba  en  paz;  lo  único  que  turbaba  todavía  la  tranquilidad  de  los  mares  eran
       los  numerosos  piratas,  repercusión  de  las  empresas  marítimas  de  los  persas.  An­
       fótero  recibió  órdenes  de  acelerar  la  expulsión  de  las  guarniciones  espartanas  y
       persas  que  aún  quedaban  en  Creta,  para  dar  luego  la  batida  a  los  piratas  y  pres­
       tar  ayuda  y  protección  a  los  peloponesios  acosados  tal  vez  por  los  espartanos;
       se  dió  instrucciones  a  los  chipriotas  y  fenicios  para  que  le  enviasen  cien  naves
       al  Peloponeso.
           Al  mismo  tiempo  se  introdujeron  algunos  cambios  en  el  gobierno  y  la  ad­
       ministración de los países ya sometidos;  a la Lidia  fué enviado,  en vez  del  sátrapa
       Asandro,  a  quien  se  había  comisionado  para  reclutar  gente  en  Grecia,  el  mag­
       nesio  Menandro,  de  los  “hetairos”,  en  lugar  del  cual  se  encomendó  a  Clearco  el
       mando  sobre las  tropas  extranjeras;  la  satrapía  de  Siria  pasó  de  manos  de  Mem­
       nón,  quien  no había  cuidado  con la  necesaria  diligencia  de  cubrir las  necesidades
       del ejército  a  su  paso  por  su  provincia,  a  manos  del  recién  llegado  Asclepiodoro,
       a  quien  se  entregó  también  el  mando  inmediato  sobre  el  país  del  Jordán,  con­
       fiándosele  asimismo  el  castigo  de  los  samaritanos,  que  habían  asesinado  a  su
       anterior  comandante,  Andrómaco.  Finalmente,  la  administración  de  las  finan­
       zas  se  organizó  de  modo  que  la  caja  general,  que  hasta  ahora  había  formado
       una  unidad  con la  caja  de  la  guerra,  se  desglosara  de  ella  y  se  convirtiera  en  una
       caja  aparte  para  la  Siria  y  el  Asia  Menor  hasta  el  Tauro,  como  se  había  hecho
       ya  anteriormente  para  el  Egipto.  El  cargo  de  cajero  general  para  las  satrapías
       situadas al  oeste del Tauro  fué confiado  a  Filoxeno  y  para los  países  sirios,  inclu­
       yendo  las  ciudades  fenicias,  a  Coirano;  de  regentar  la  caja  de  la  guerra  se  en­
       cargó  al  arrepentido  Harpalo,  a  quien  el  rey,  fuera  por  su  antigua  amistad  o  por
       razones  políticas,  creyó  oportuno  perdonar  lo  que  había  hecho.
           Por  fin  el  ejército  abandonó  la  ciudad  de  Tiro  y,  siguiendo  la  gran  calzada
       militar  que  bordea  el  Orontes,  río  abajo,  reforzado  tal  vez  a  su  paso  por  algu­
       nos  contingentes  suministrados  por  las  guarniciones  de  las  ciudades  del  Asia
       Menor,  marchó  en  dirección  al  Eufrates;  este  ejército,  formado  por  unos  40,000
       hombres  de  a  pie  y  unos  7,000  de  a  caballo,  llegó  a  comienzos  de  agosto  a
       Tapsaco,  que  era  el  punto  por  el  que  solía  cruzarse  el  río.  Alejandro  había  en­
       viado  por  delante  a  un  destacamento  de  macedonios  con  la  misión  de  tender
       dos  puentes  sobre el Eufrates;  estos  puentes  aún  no  estaban  del  todo  terminados
       cuando  llegó  el  grueso  del  ejército,  pues  el  persa  Maceo,  enviado  del  otro  lado
       para  cubrir  el  río  al  mando  de  unos  10,000  hombres,  había  tenido  ocupada
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