Page 380 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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LA TRAVESIA DE NEARCO 377
A Carmania había llegado también Crátero, con su ejército y sus elefantes,
después de una marcha feliz a través de la Arajosia y la Drangiana; ante las
noticias de las enormes bajas sufridas por Alejandro, habíase apresurado a aportar
al rey su fresco y vigoroso ejército. Al mismo tiempo que él, llegaron los jefes
militares destacados en la Media desde hacía cinco años: Cleandro, al frente de
los mercenarios veteranos; Heracón, al mando de los jinetes mercenarios que
antes mandara Ménidas; Sitalces, con la infantería tracia, y Agatón, encabezando
la caballería odrisia, en total 5,000 hombres de a pie y 1,000 de a caballo. Tam
bién habían acudido a la Carmania, con camellos, caballos y grandes rebaños de
ganado de tiro, el sátrapa Estasánor de la Aria y la Drangiana y Farasmanes, hijo
del sátrapa de la Partía, Fratafernes, con el propósito al principio de ayudar al
ejército del rey, que aún creían lejos de allí, en su paso a través del desierto; pero
aún ahora fueron bien recibidos ellos y lo que traían, y los camellos, caballos y
bueyes fueron distribuidos entre el ejército, según las normas usuales. Todo
esto, unido a la belleza, a la suavidad del clima y a la fertilidad de las tierras
carmánicas, a los cuidados y al descanso que allí se prodigaron a los soldados y,
por último, a la presencia de Alejandro, cuya actividad no había sido jamás tan
concienzuda ni tan abnegada, hizo que en poco tiempo se borraran las huellas de
las tremendas penalidades sufridas y que el ejército macedonio volviera a sentir
la firmeza y la confianza en sí mismo de los mejores tiempos. Después, celebrá
ronse fiestas de todas clases para agradecer a los dioses el término feliz de la
campaña índica, el regreso del ejército y la milagrosa conservación de la flota;
se ofrendó a Zeus el salvador, a Apolo el que desviaba las maldiciones, a Poseidón
el que hacía estremecerse la tierra y a los dioses del mar; hubo desfiles solemnes,
cantáronse canciones corales y realizáronse brillantes torneos. Nearco desfiló
coronado al lado de Alejandro, coronado también, y el ejército, jubiloso, arrojó
sobre ellos flores y cintas de colores alegres y abigarrados. Nearco hubo de repetir
el relato de su travesía ante todo el ejército reunido en asamblea; él y algunos
otros conductores de la flota fueron premiados por el rey con regalos, ascensos
y honores de todas clases; Peucestas, que hasta entonces había sido escudero de
Alejandro y el que había salvado su vida en el asalto a la ciudad de los malios,
fué incorporado con el número ocho a los siete somatofílaces tradicionales.
Al mismo tiempo, Alejandro dió instrucciones para la etapa siguiente: la
flota debía seguir navegando a lo largo de las costas del golfo Pérsico hasta
la desembocadura del Pasitigris y seguir luego, río arriba, hasta Susa; Efestión,
con la mayor parte del ejército de tierra, los elefantes y la impedimenta, para
no exponerse a los malos caminos, a la nieve y al frío del invierno en las regiones
montañosas, marcharía por las tierras llanas de la costa, donde había provisiones
abundantes y en que el clima, en esta época del año, era suave y los caminos có
modos, y en la llanura de Susa se reuniría con la flota y el resto del ejército.
Mientras tanto, Alejandro, con la caballería macedonia y la infantería ligera y,
sobre todo, con los hipaspistas y una parte de los arqueros, se dirigiría a Susa por
el camino más corto, cruzando las montañas por Pasargada y Persépolis.