Page 81 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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PRIMERA  EXPEDICION  A  GRECIA                73

      facción  y  la  instigación  de  demagogos  criminales  y  sobornados  por  el  dinero  de
      los  persas.  Si  se  dirigía  contra  la  Hélade,  bastaría  con  un  número  relativamente
      pequeño  de  fuerzas  armadas  para  cerrarle  el  paso  por  los  desfiladeros  y  tenerle
      entretenido  durante  largo  tiempo,  mientras  que  Atalo  no  tropezaba  con  ningún
      obstáculo  para  operar  a  sus  espaldas  y  unirse  con  los  levantiscos  tracios.  Pero
      lo  menos  aconsejable  de  todo  era  marchar  contra  el  mismo  Atalo;  ello  equival­
      dría  a  dejar  por  demasiado  tiempo  a  los  estados  griegos  a  merced  de  ellos  mis­
      mos,  a  lanzar  a  unos  macedonios  contra  otros  en  una  dudosa  guerra  civil,  cuyo
      resultado  decidirían  tal  vez  los  sátrapas  persas  y,  finalmente,  a  tratar  a  Atalo,
      que  no  era  más  que  un  vulgar  delincuente,  como  una  potencia,  a la  cual  el rey
      no  podía  combatir  como  a  tal  sin  humillarse  a  los  ojos  de  los  helenos  y  los
      bárbaros.  Si  se  encontraba  el  camino  para  asestar  el  golpe  contra  él  por  otros
      procedimientos,  quedaría  rota  la  cadena  y  todo  lo  demás  vendría  por  sus  pasos
      contados.
          Atalo  fué  condenado  a  muerte  como  reo  de  alta  traición;  uno  de  los “ami­
      gos”,  Hecateo  de  Cardia,  recibió  el  encargo  de  pasar  al  Asia  al frente  de  un
      cuerpo  de  ejército,  unirse  a  las  tropas  de  Parmenión  ν  traer  a  Atalo  a  Macedo­
      nia,  vivo  o  muerto.  Y  como  lo  único  que  podía  temerse  de  los  enemigos  del
      norte,  en  el  peor de  los  casos,  eran  unas  cuantas  irrupciones  de  pillaje  y,  por  mal
      que  fuesen  las  cosas,  siempre  se  les  podría  reducir  mediante  una  expedición
      posterior,  el  rey  decidió  marchar  al  frente  de  su  ejército  sobre  la  Hélade,  sin  dar
      tiempo  a  que  los  helenos  pudieran  enfrentarle  una  masa  importante  de  tropas.


                       LA  EXPEDICIÓ N  A  GRECIA  DEL  AÑO  3 3 6
          Por  aquellos  días,  llegaron  a  Pella  emisarios  de  Atalo  que  calificaron  de
      calumnias  los  rumores  que  acerca  de  él  corrían,  asegurando  al  rey,  en  palabras
      bien  sonantes,  la  fidelidad  de  su  general  y  poniendo  en  sus  manos,  como  prenda
      de  sus  honradas  intenciones,  las  cartas  que  recibiera  de  Demóstenes  acerca  de
      los  preparativos  de  guerra  de  Atenas.  El  rey,  a  quien  estos  documentos  y  la
      maniobra  de  acercamiento  de  Atalo  hacían  pensar  que  su  expedición  contra
      la  Hélade  no  encontraría  grandes  resistencias,  no  revocó  sus  órdenes;  sentíase
      seguro  de  la  lealtad  del  viejo  Parmenión  y  no  le  inquietaba  el  hecho  de  que
      Atalo estuviese casado  con  una  hija  suya.
          Alejandro,  al  frente  de  sus  tropas,  púsose  en  marcha  hacia  Tesalia.  Cruzó
      el  Peneo  junto  a  la  costa,  pero  encontró  fuertemente  guarnecidos  el  paso  princi­
      pal, que era el Tempe,  y los  pasos laterales  de  Calipeuce.  Era  arriesgado  intentar
      tomarlos  por  las  armas  y,  por  otra  parte,  no  había  tiempo  que  perder;  en  vista
      de  ello,  Alejandro  se  abrió  otro  camino.  Al  sur  del  paso  principal  se  alzan  las
      rocas  del  Osa,  menos  cortadas  a  pico  sobre  el  mar  que  los  acantilados  cercanos
      al  Peneo;  condujo  a  sus  tropas  por  aquellos  parajes  relativamente  menos  peli­
      grosos,  haciéndolas  abrir  a  pico  escalones  en  la  roca,  donde  era  necesario,  y
      habiendo  cruzado  así  la  montaña,  bajó  a  los  llanos  de  Tesalia  y  se  colocó  a
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