Page 83 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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PRIMERA  RENOVACION  DE  LA  LIGA  CORINTIA         75

      liabía  conseguido  rehacerse  desde  la  época  en  que  Epaminondas  había  acampado
      en  las  márgenes  del  Eurotas;  la  ciudadela  de  Cadmea,  la  Cálcida,  Eubea,  Acro-
      corinto  hallábanse  todavía  ocupadas  por  tropas  macedonias;  en  Atenas,  como
      de  costumbre,  se  declamaba  mucho  y  se  hacía  poco;  ya  se  había  recibido  la
      noticia  de  que  el  rey  se  encontraba  en  Tesalia,  de  que  avanzaría  sobre  la  Hélade
      reforzado  por los  tesalienses  y  de  que  se  había  manifestado  en  términos  de  gran
      indignación  contra  la  ceguera  de  los  atenienses,  y  todavía  Atenas  no  empezaba
      a  prepararse  seriamente,  a  pesar  de  que  Demóstenes  no  dejaba  de  predicar  la
      guerra  ni un  solo  instante.  Si  el  ejército  macedonio  avanzaba  rápidamente  podía
      salvar a la  Hélade  de una catástrofe.
          Alejandro  marchó  desde  las  Termopilas  sobre  la  planicie  beocia  y  acampó
      cerca  de la  Cadmea;  la  resistencia  de  los  tebanos  no  apareció  por  ninguna  parte.
      Cuando  se  supo en  Atenas  que  Tebas  había  caído  en  manos  de  Alejandro  y  que
      el  enemigo  podía  llegar a  las  puertas  de  la  ciudad  en  término  de  dos  días,  hasta
      los  más  entusiastas  defensores  de  la  libertad  sintieron  desfallecer  su  ánimo;  se
      acordó  poner  las  murallas  de  la  ciudad,  sin  pérdida  de  momento,  en  estado  de
      defensa,  evacuar  el  campo  abierto  y  trasladar  a  Atenas  todos  los  bienes  suscepti­
      bles  de  ser  transportados,  “con  lo  que  la  tan  admirada  y  discutida  ciudad  se
      convirtió  a las  pocas horas  en  un  establo  lleno  de  bueyes  y  de  ovejas”;  asimismo,
      se  tomó  el  acuerdo  de  enviar  al  rey  embajadores  encargados  de  aplacar  su  furia
      porque  los  atenienses  no  hubiesen  reconocido  inmediatamente  su  hegemonía;
      tal  vez  fuese  posible  salvar  todavía  la  posesión  de  Oropos,  arrancado  dos  años
      antes  de  manos  de  Filipo.  Demóstenes,  que  era  uno  de  los  que  formaban  parte
      de  la  embajada  nombrada  para  salir  al  encuentro  del  rey,  dió  la  vuelta  en  el
      Citerón,  bien  porque  se  acordase  de  la  carta  que  escribiera  a  Atalo,  bien  para
      no  poner  al  descubierto  sus  relaciones  con  Persia;  que  los  otros  embajadores  se
      encargasen de  transmitir al  rey las  súplicas  del  demos  ático.  Alejandro  los  recibió
      de  buen  talante,  perdonó  lo  pasado,  renovó  los  tratados  concertados  anterior­
      mente  con  su  padre  y  exigió  solamente  una  cosa:  que  Atenas  enviase  a  Corinto
      representantes  con  plenos  poderes  para  seguir  negociando.  El  demos  creyóse  en
      el  caso  de  decretar  a  la  persona  del  joven  rey  mayores  honores  aún  de  los  que
      fueran  otorgados  a  su  padre  hacía  dos  años.


                          ES  RENOVADA  LA  LIGA  CORINTIA
          Alejandro  siguió  su  marcha  hacia  Corinto,  donde  había  convocado  a  los
      plenipotenciarios  de  los  estados  helenos.  Es  probable  que  fuese  invitada  tam­
      bién  Esparta,  pues  así  parece  indicarlo  la  declaración  de  los  espartanos  de  que
      no  tenían  por  costumbre  seguir  a  nadie,  sino  conducir  a  otros.  Alejandro  habría
      podido  reducirlos  sin  gran  esfuerzo,  pero  no  habría  sido  prudente  de  su  parte,
      ni  valía  tampoco  la  pena:  lo  único  que  le  interesaba  era  apaciguar  a  Grecia  en
      el  plazo  más  corto  posible  y  obtener  el  reconocimiento  de  la  hegemonía  de
      Macedonia  para  la  guerra  contra  los  persas.  En  este  sentido  fué  renovada  y  se
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