Page 127 - Guerra civil
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GUERRA  CIVIL  I


           ordenado  hacer,  pero  no  instalándolos  a  distancias  fijas
           según  había  sido  la  rutina 2  en  los  días  precedentes,  sino
           de  manera que  se  mantuvieran  entre  sí  en contacto y  pu­
           dieran  cubrir  la línea  de  defensa.3           4  Organiza  en  ron­
           das  a  los  tribunos  militares  y  a  los  prefectos4  y  los
           exhorta  a  evitar  no  sólo  las  fugas  tácticas  sino  las  evasio­
           nes  furtivas  de  personas  aisladas.             5  Y  de  todos  ellos
           no  hubo,  en  verdad,  uno  solo  de  espíritu  tan  apático  y
           negligente que hubiera dormido  esa noche.                   6  Tanta  era
           la  expectación  a  propósito  del  desenlace  de  los  aconteci­
           mientos  que  cada  quien concentraba  su  mente  y  su  preo­
           cupación  en  lo  que  habría  de  suceder  con los corfinienses
            mismos,  con  Domicio,  con  Léntulo  y  los  otros,  y  en  lo
           que  a  cada  persona  reservaba  el  desenlace. B

               XXII.           1  Hacia la cuarta vela,1  Léntulo Esfínter en­
            tabla  un  parlamento  desde  la  muralla  con  los  centinelas
           y  retenes,  en  el  sentido  de  tratar,  si  se le  otorga  permiso,
            de entrevistarse  con  César.           2  Acordado  el  permiso,  se
            le hace  salir  de  la  plaza,  aunque  los  soldados  de  Domicio
            no  se  separan  de  él  hasta  que  no  se  encuentra  en  la
            presencia  de  César.          3  Ante  éste,  Léntulo  aboga  por
            la  seguridad  de  su propia  existencia;  ruega y  aún  implora
            que  se  le  deje  con  vida;  evoca  la  antigua  amistad  que  lo
            liga  a  César  y  trae  a  cuento  los favores  que  debe  a  éste,
            los  cuales  eran  de  la  mayor  consideración,2                4  puesto
            que  gracias  a  él  había  ingresado  al  colegio  de  los  pontí­
            fices, 3  gracias a  él  había  conseguido  la provincia  de  His­
            pania  después  de  su  pretura 4  y  había  sido  apoyado  por
            él en su campaña para el consulado. B               5  César interrum­

            pe  el  alegato  de  nuestro  personaje  poniendo  en  claro  que
            él  no  ha  rebasado  los  límites  de  su  provincia8  con  el
            propósito  de  causar  mal  a  nadie,  sino para defenderse  de
            los  ultrajes  de  sus  enemigos, para restablecer  en  sus  pre­
            rrogativas a los tribunos de la plebe, expulsados de la comu­
            nidad  so  pretexto  de  aquel  conflicto,  y  para  reivindicar
            la libertad del  pueblo  romano, avasallado por una camarilla
            insignificante. 7        6  Reconfortado por tal alocución, Lén-


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