Page 159 - Guerra civil
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GUERRA  CIVIL  I


            ser  envueltos  a  su  flanco  derecho 1  por  sendas  tropas  de
            asalto;  los  nuestros,  por  lo  demás,  habían  juzgado  perti­
            nente conservar su  formación,  no apartarse  de las  enseñas
            ni,  sin  grave  motivo,  abandonar  la  posición  que  habían
            ocupado.       4  Y  así,  desordenados  los  antisignanos,.  la
            legión  que  se hallaba  ubicada en  aquella ala no se mantuvo
            en  su  sitio  y  se  replegó  a  la  cercana  colina.2


               XLV.        1  César,  ante  el  desconcierto  de  casi  toda
           aquella unidad bélica —percance que había  sucedido contra
           toda  expectativa  y  costumbre—,  reanimando  a  los  suyos,
           conduce  en  su  apoyo  a  la  novena  legión,  rechaza  hacia
           atrás  al  enemigo  y  lo  constriñe  a  volver  las  espaldas,  a
           replegarse  hacia la ciudad  de  Ilerda  y  a no  detenerse  sino
           hasta  el  pie  de  sus  mismas  murallas.1             2  Pero  los  sol­
           dados  de  la legión  novena,  ufanos  de  su  éxito,  y  preten­
           diendo  enmendar  el  contratiempo  sufrido,  avanzan  hacia
           una posición desfavorable, y llegan hasta las inmediaciones
           de  la  escarpa  en  que  estaban  cimentados  los  muros  de
           Ilerda.2       3  Y  entonces,  cuando  quisieron  retirarse,  el
           enemigo  desalojó  hacia  atrás  nuevamente  a  los  nuestros
           desde  su  posición preminente.             4  El paraje era abrupto,
           escarpado  por  uno  y  otro  flanco,  y  ofrecía  tan  escasa
           amplitud que tres cohortes en  formación hubieran colmado
           su espacio 3  de manera que ni se les hubiera podido enviar
           refuerzos, ni  hubiera podido acudir  la  caballería  en  apoyo
           de los  combatientes.          5  Pero  desde  la  ciudad  cierto  te­
           rreno inclinado convergía en  una tenue pendiente  de  alre­
           dedor  de  cuatrocientos  pasos  de  longitud;  4              6  por  allí
           se  desplegaba  la  retirada  de  los  nuestros,  tras  de  que,
           entusiasmados por  el  ímpetu,  habían avanzado  sin la pre­
          caución  debida;  se  peleaba  en  dicho  sitio  desfavorable­
          mente,  tanto  a  causa  de  su  estrechez  cuanto  de  que  los
          nuestros se habían detenido en las  últimas ondulaciones  de
          la colina, de modo que ningún proyectil se arrojaba contra
          ellos  inútilmente.  Sin  embargo,  gracias  a  su  válor  y á  su
          entereza  resistían  y  soportaban  todas  las  heridas.  7  Las


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