Page 223 - Guerra civil
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GUERRA  CIVIL  II


            al  grado  de  que uno  de  ellos,  con  el  espolón  quebrado, w
            quedó totalmente arruinado.              6  Advertido lo cual,  nues­
            tros  barcos  que  se  hallaban  contiguos  al  punto  en  que  se
            encontraban  las  naves  de  la  escuadra  de  Bruto,  lanzan  un
            asalto  contra  los  navios  colisionados  y  rápidamente  los
            hunden.


               VII.      1  Pero  las  naves  de  Nasidio  no  prestaron
            ninguna  utilidad  y  rápidamente  dejaron  la batalla,  porque
            sus  tripulaciones  no se  veían constreñidas  —ya  por  el  es­
           pectáculo de  la  patria,  ya  por  la  ausencia  de  las  admoni­
           ciones  de  sus  allegados—  a  exponerse al  máximo  peligro
           de  perder  la  vida.1         2  Así,  del  número  de  sus  navios
            ninguno fue hundido;  de la flota masiliense, cinco se fueron
           a  pique, cuatro resultaron  cautivados  y  uno  solo  huyó  con
            los nasidianos, que se encaminaron todos hacia la Hispania
            Citerior.      3  De  las  naves  restantes,2  una  fue  enviada
           a  Masilia,  con  el  objeto  de llevar  cuanto antes  esta  nueva,
           y, cuando ya se iba aproximando a la ciudad, toda una mu­
           chedumbre  se lanzó  a  enterarse de lo  sucedido  y,  al  saber
           la  noticia,  la  sobrecogió  tanta  pesadumbre,  que  parecía
           que  la  ciudad  había  sido  tomada por  los  enemigos  en  ese
           mismo  momento.             4  Sin  embargo,  los  masilienses  no
           mostraron menos ahínco  en  aparejar  los aprestos que que­
           daban para la  defensa  de  su  ciudad.



              VIII.       1  Fue  descubrierto  por  los  legionarios1  que
           atendían el lado derecho  de los  trabajos  de sitio,2  que po­
           día representar para ellos un considerable resguardo contra
           las  frecuentes  irrupciones  del  enemigo  el  que  en  su  posi­
           ción levantasen,  a  manera  de  bastión y refugio,  una  torre
           de  tabiques:  la cual  hicieron,  en  medio  de  las  imprevistas
           correrías  del  adversario,  pequeña  y  baja.              2  A  ella  se
            retiraban;  desde ella se defendían  si una hueste mayor  los
           acometía;  desde ella salían a rechazar y a perseguir al ene­
           migo.  Medía  esta  torre,  por  sus  cuatro  lados,  treinta
           pies,3  pero  el  espesor  de  sus  paredes  era  de  cinco  pies. 4


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