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GUERRA CIVIL II
al grado de que uno de ellos, con el espolón quebrado, w
quedó totalmente arruinado. 6 Advertido lo cual, nues
tros barcos que se hallaban contiguos al punto en que se
encontraban las naves de la escuadra de Bruto, lanzan un
asalto contra los navios colisionados y rápidamente los
hunden.
VII. 1 Pero las naves de Nasidio no prestaron
ninguna utilidad y rápidamente dejaron la batalla, porque
sus tripulaciones no se veían constreñidas —ya por el es
pectáculo de la patria, ya por la ausencia de las admoni
ciones de sus allegados— a exponerse al máximo peligro
de perder la vida.1 2 Así, del número de sus navios
ninguno fue hundido; de la flota masiliense, cinco se fueron
a pique, cuatro resultaron cautivados y uno solo huyó con
los nasidianos, que se encaminaron todos hacia la Hispania
Citerior. 3 De las naves restantes,2 una fue enviada
a Masilia, con el objeto de llevar cuanto antes esta nueva,
y, cuando ya se iba aproximando a la ciudad, toda una mu
chedumbre se lanzó a enterarse de lo sucedido y, al saber
la noticia, la sobrecogió tanta pesadumbre, que parecía
que la ciudad había sido tomada por los enemigos en ese
mismo momento. 4 Sin embargo, los masilienses no
mostraron menos ahínco en aparejar los aprestos que que
daban para la defensa de su ciudad.
VIII. 1 Fue descubrierto por los legionarios1 que
atendían el lado derecho de los trabajos de sitio,2 que po
día representar para ellos un considerable resguardo contra
las frecuentes irrupciones del enemigo el que en su posi
ción levantasen, a manera de bastión y refugio, una torre
de tabiques: la cual hicieron, en medio de las imprevistas
correrías del adversario, pequeña y baja. 2 A ella se
retiraban; desde ella se defendían si una hueste mayor los
acometía; desde ella salían a rechazar y a perseguir al ene
migo. Medía esta torre, por sus cuatro lados, treinta
pies,3 pero el espesor de sus paredes era de cinco pies. 4
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