Page 221 - Guerra civil
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GUERRA  CIVIL  II

          tas naves después de ser reclutados cada uno por su nombre
          y exhortados así a la lucha, 9  de manera que,  si aconteciese
          cualquier  suceso  adverso,  nadie  habría,  de  entre  los  res­
          tantes,  que  se atreviese  ni  siquiera  a  intentar  nada  por la
          defensa; 10  en  cambio,  si  ellos  vencieran,  confiaban  en
          la salvación de la ciudad, ya mediante sus  propias  reservas,
          ya  gracias  a  la  ayuda  del  exterior.11



             VI.          1  Entablado  el  combate,  ningún  acto  de  valor
          faltó  a  los  masilienses,1  pues,  recordando  aquellas  reco­
          mendaciones que poco antes habían recibido de sus conciu­
          dadanos,  peleaban  con  tal  ahínco  que  parecía  que  no  vol­
          verían  a  tener  ninguna  otra  oportunidad  de  acometer,  y
          lo  que  en  la  lucha  pudiera  sucederles,  en  cuanto  al  riesgo
          de perder la vida, no lo consideraban tan ajeno al destino de
          sus  demás  conciudadanos,  los  cuales,  una  vez  tomada  la
          ciudad,  tendrían  que  soportar  idéntica  suerte  bélica.2
          2  Dispersadas  poco  a  poco  nuestras  naves,  la  ocasión  era
          propicia para el arte de  los pilotos enemigos y para la  lige­
          reza  de  sus  embarcaciones, 3  y  si,  a  veces,  los  nuestros,
          aprovechando la ocasión de sujetar algún barco enemigo, le
          echaban encima  sus  garfios, 4  de  todas  partes acudían los
          suyos  a  prestarles  ayuda.           3  Y  por  cierto  que  unidos
          a los álbicos,  codo contra codo,  no desfallecían en la lucha,
          ni cedían mucho a los nuestros  en el  denuedo. 5  Al mismo

          tiempo,  enviando  desde  lejos,  desde  sus  naves  menores, ®
          una gran  cantidad  de proyectiles,  inferían muchas  lesiones
          a  los  nuestros,  cogidos  de  sorpresa  y  entorpecidos.7
          4  Dos navios trirremes enemigos,  que habían descubierto a
          la  nave  almirante  de  Bruto  —la  cual  se  podía  distinguir
          fácilmente  por  su  bandera— 8  se  habían  arrojado  hacia
          ella  por  uno  y  otro  lado.  Pero,  precavido  al  punto  del
          problema,  Bruto  se  esfuerza,  imprimiendo  brusca  veloci­
          dad  a  su  embarcación,  para  avanzar  en  un  pequeño  im­
          pulso. 9      5  Los  dos  navios  enemigos,  lanzados  el  uno
          contra  el  otro,  chocaron  aparatosamente,  de  tal  modo  que
          uno  y  otro  resintieron  con  grave  intensidad  la  colisión,


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