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GUERRA  CIVIL  II


               XXVI.         1  Realizados dichos actos,  Curión se guarece
            en  su  campamento  del  Bagrada1  y  todo  el  ejército  lo
            proclama con el nombre de  imperator, 2  y  al  día  siguiente
            conduce su ejército hasta Utica y establece  su  cuartel  junto
            a  la  ciudad. 3      2  Aún  no  había  concluido  la  edificación
            del  campamento,  cuando  los  destacamentos  de  caballería 4
            anuncian que vienen hacia Utica, enviados por el rey, gran­
            des  refuerzos  de  jinetes  y  peones;  al  mismo  tiempo,  se
            discernía  una  gran  cantidad  de  polvo  e  inmediatamente
        ,  después  aparecía  a  la  vista  la  vanguardia  de  dichos  con­
            tingentes.       3  Desconcertado  por  la  novedad  del  asunto,
            Curión  envía  a  su  caballería  a  sostener  el  primer  choque
            y a  retardar la acción;  él,  rápidamente,  distrayendo de sus
            trabajos 5  a  la  infantería,  la  coloca  en  posición  de  com­
            bate.     4  Nuestros  jinetes  entablan  batalla  y,  antes  de
            que  las  legiones  se  pudieran  desplegar  y  formar  entera­
            mente,  todos los  refuerzos  del  rey,  embarazados  y  despa­
            voridos,  pues  habían  venido  caminando  sin  ningún  orden
            ni  recelo,  se  lanzan  a  la  fuga,  y  aunque  su  caballería
            resultó casi  del  todo  incólume,  pues  desfilando  a  lo  largo
            del  litoral  se  había  concentrado  presurosamente  en la  ciu­
            dad,  los  nuestros  mataron  a  un  gran  número  de  soldados
            de infantería.


               XXVII.          1  A  la  noche  siguiente,  dos  centuriones1
            marsos, 2  con  veintidós  de  sus  soldados  rasos,  se  pasan
            a  Attio  Varo.3          2  Éstos,  ya  sea  que  le  llevasen  una
            opinión  que  efectivamente  tenían,  ya  que,  simplemente,
            quisiesen  halagar  los  oídos  de  Varo  —pues  fácilmente
            creemos  lo  que  queremos,  y  esperamos  que  los  demás
            coincidan  en  lo  que  nosotros  mismos  opinamos— 4  ase­
            guran  como  cierto  que  el  albedrío  de  todo  el  ejército  es
            contrario  a  Curión  y  que,  sobre  todo,  es  necesario  que
            se  pongan  a  la vista  de  dicho  ejército,  y  se  dé  a  ambas
            huestes  oportunidad  de  cambiar  impresiones.                   3  Moti­
            vado por  cuya opinión,  Varo,  a  la  mañana  siguiente,  saca
            a  sus  legiones  del  campamento.  Curión  hace  lo  mismo  y


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