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GUERRA  CIVIL  II


           en  un  valle, 5  no  grande,  que  se  les  interpone,  cada  ge­
           neral  forma en  orden  de  batalla  a  sus  contingentes.



              XXVIII.             1  Se  encontraba  en  el  ejército  de  Varo
           Sexto  Quintilo  Varo,  que  se  había  hallado  en  Corfinio,
           según  se  ha  explicado  ya  antes.1  Este personaje,  dejado
           en libertad por  César,2  había llegado  al África,  y  Curión
           había  traído  las  legiones  que  en  tiempos  anteriores
           César  había  incorporado  en  Corfinio  a  sus  tropas,  de  tal
           modo  que,  fuera  de  algunos  cambios de  centuriones,  con­
           servaban  los  mismos  cuadros  y  la  misma  formación.3
           2  Aprovechando  la  oportunidad  de  dirigirles  la  palabra,
           Quintilo  se  consagró  a  recorrer  el  frente  de  Curión4  y
           a  rogar a los  soldados  que no  echaran al  olvido su primer
           juramento, 5  el  que  habían  prestado  ante  Domicio  y ante
           él  mismo  como  cuestor,  y  que  no  levantaran  las  armas
           contra aquellos  que  habían  arrostrado  la  misma  Fortuna,
           tolerando  un  mismo  asedio,6  ni  lucharan  a  favor  de
           aquellos que,  con afrenta,  los llamaban, tránsfugas. 7  3  A
           esto  agregó unas cuantas  palabras,  insinuando  la  promesa
           de  ciertas  dádivas  que  debían  esperar  de  su  liberalidad
           si  seguían  a  Attio  y  a  él  mismo.           4  Pronunciada  esta
           arenga,  de  ningún  lado  del  ejército  de>Curión  se  produce
           manifestación  alguna,  y  así  cada  jefe  devuelve  al  campa­
           mento  sus  respectivas  tropas.



                 XXIX.               1  Pero en el campamento de Curión sobre­
           cogió  el  temor  los  ánimos  de  todos;  ello  fue  aumentado
           rápidamente  por los  rumores  de  diversas  personas.  Cada
           quien,  en  efecto,  imaginaba  sus  opiniones  y  agregaba  a
           lo  que  había  oído  de  otro  un  poco  de  su  propio  miedo.
           2  Cuando lo  que  imaginaba un  solo  individuo  se  difundía
           a muchos y de uno pasaba al otro, parecía que eran muchos
          los  autores  de  la  murmuración.1                3  La  naturaleza  de
           una  guerra  civil  permite  a  la  gente  hacer  libremente  lo
           que le plazca 2  y  seguir a la que deseen de las legiones que
           poco  antes  habían  militado  con  los  enemigos,  pues, hasta


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