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GUERRA  CIVIL  III


            eran  vistos  en  Nápoles  preparados  al  atraco  de  aquella
            ciudad,  y  habiendo  sido  rechazado  de  Capua  al  quedar
            descubiertos sus  propósitos,  y  recelando  el  peligro  en  que
            se  hallaba,  pues  la  colonia  romana 10  había  tomado  las
            armas al  considerar  que  debía  ser  estimado  en  calidad  de
            enemigo,  desistió  de su  propósito 11  y  se  desvió  de  dicha
            tendencia.


               XXII.        1  Entre  tanto  Milón,  habiendo  repartido  por
            los  municipios  cartas  en  que  afirmaba  que  lo  que  hacía
            lo  hacía  por  orden  y  mandato  de  Pompeyo,  cuyas  ins­
            trucciones le habían  sido trasmitidas a través  de Vibulio,3

            trataba  de  agitar  a  cuantos  consideraba  oprimidos  por
            las  deudas.2        2  En  virtud  de  no  haber  podido  medrar
            entre  ellos,  abriendo  algunas  ergástulas,3  inició  el  cerco
           de  Compsa,4  en  el  territorio  Hirpino.5  Allí  [estando]
           la  plaza defendida  por el pretor Quinto  Pedio, ® pereció a

            consecuencia  de  una  pedrada  arrojada  desde  la  muralla.
            3  Y Celio, habiendo partido, según lo andaba proclamando,
           al encuentro de César, llegóse a Thurio, en donde, al preten­
           der  agitar  a  algunas  personas  de  dicho  municipio  y  al
           ofrecer  dinero  a  ciertos  caballeros  galos  e  hispánicos  de
           César  que  habían  sido  enviados  a  dicho  lugar  de  guarni­
           ción,  fue  muerto  por  éstos.             4  Así,  estos  conatos  de
           disturbios importantes que,  por la dificultad de la adminis­
           tración  y de  las circunstancias  habían  agitado  a  Italia,  tu­
           vieron  un  final  rápido  y  fácil.


               XXIII.        1  Libón,  dejando  Orico  con la  flota  de  cin­
           cuenta naves que comandaba,  se llegó a  Brundisio  y ocupó
           la  isla  que  está  frente  al puerto  brundisino,1  pues  consi­
           deraba preferible controlar un solo sitio, por el que resultaba
            forzosa la salida a los nuestros, que tener en custodia todos
           los  litorales y  cercados  todos  los  puertos. 2            2  En  dicho
           sitio,  gracias  a  lo  repentino  de  su  llegada,  encontrando
           algunos  navios  de  carga,  los  incendió,  y  se  llevó  consigo
           uno  solo,  colmado  de  trigo,  infundiendo  en  nuestra gente

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