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GUERRA  CIVIL  III


           las  circunstancias,  e  insinuar  las  dificultades  de  sacar
            bienes  a  subasta;  6  pero,  ¿quién  puede  tener  la  osadía
           o la desvergüenza de querer conservar  íntegras  sus propie­
            dades cuando se  confiesan contraídas  deudas ?                  4  Y  así,
           a  nadie  podía  hallarse  que  pidiera  semejante  cosa.  Pero
            Celio resultó más  intransigente  que  los  mismos  a  quienes
            concernía  tal  ventaja.         5  Y,  partiendo  de  un  comienzo
           semejante,  para  que  no  pareciera  que  había  adoptado  en
           vano una causa  obtusa,  hizo pública  una  propuesta  de  ley
            según  la  cual,  a  partir  de  esa  fecha,  se  solventasen,  sin
            intereses,  las deudas, hasta  un  sexenio  después. 7



               XXI.           1  Como el  cónsul  Servilio  y  los  demás  magis­
            trados  se opusiesen al  proyecto  y  él  aventajase  menos  en
            su  posición,  con  el  propósito  de agitar  las  pasiones  de  la
           gente, desistiendo de su primera ley, propuso  formalmente
            otras  dos:  una,  que condonaba  a  los  inquilinos  las  rentas
            de sus habitaciones por  un año1               2  y  otra,  que  estable­
           cía  nuevos  registros  de  deudas,2  y  habiendo  ocasionado
            una  acometida  de  la  multitud  contra  Cayo  Trebonio,  lo
            derrocó  de  su  tribunal,  con  la  consecuencia  de  algunos
           heridos. 3       3  El  cónsul  Servilio  sometió  a  la  considera­
           ción  del  senado  tales  actos y  el  senado  decretó  que  Celio
            debía  ser  excluido  del  gobierno.4  El  cónsul,  merced  a
            este  decreto,  lo  expulsó  del  senado y,  habiendo  Celio  tra­
           tado  de  organizar  una  asamblea  popular,  lo  retiró  de  la
           tribuna  de  las  arengas.5             4  Él,  trastornado  de  humi­
            llación  y  resentimiento,  públicamente  fingió  que  se  mar­
            chaba  hacia  César;  pero,  en  secreto,  habiendo  enviado
           mensajeros a Milón 6  que, cuando fue muerto  Clodio había
            sido  condenado  por  ese  cargo,  y,  habiéndolo  llamado  a
            Italia  —que  había  celebrado  grandes  espectáculos  y  por
            ello  conservaba  grupos  de  gladiadores—,  se  unió  con  él
           y  lo  mandó  a Thurino 7  a  agitar  a  los  pastores.                5  Él,
           por  su  parte,  habiendo  llegado  a  Casilino8  al  tiempo
            mismo en que se decomisaban  las  insignias  militares  y  las
            armas  de  Milón  en  Capua9  y  sus  grupos  gladiatorios



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