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GUERRA CIVIL III
un gran terror; además, desembarcando, por la noche,
soldados y arqueros, desplazó a nuestra guardia de caba
llería y de tal modo avanzó, gracias a la pertinencia del
lugar, que envió una carta a Pompeyo diciéndole que,
si quería, él dispondría que las naves inútiles fueran ex
traídas y reparadas, pues con su flota impediría todo
refuerzo a César.3
XXIV. 1 En ese tiempo, Antonio se hallaba en
Brundisio y, confiando en el valor de sus soldados, aderezó
con zarzos y parapetos, cerca de sesenta lanchas de grandes
naves, acomodó en ellas a soldados escogidos, disponién
dolas agrupadas en diversos sitios del litoral, y mandó
que se encaminaran hacia la bocana dos trirremes que
había cuidado de construir en Brundisio, como con el
propósito de ejercitar a los remeros. 2 Cuando Libón
vio que los trirremes avanzaban osadamente, esperando
poder interceptarlos, mandó contra ellos cinco cuadrirre-
mes. Cuando éstos se aproximaron a nuestras naves, nues
tros veteranos se fueron refugiando en el puerto, mientras
el enemigo, excitado por su entusiasmo, los perseguía
incautamente. 3 Entonces, súbitamente, y a una señal
convenida, de todas partes las lanchas de Antonio se
avalanzaron contra los adversarios y al primer asalto cap
turaron a uno de los cuadrirremes susodichos, con sus
tripulaciones y sus tropas, mientras los demás se vieron
constreñidos a escapar torpemente. 4 A este fracaso
se añadió la circunstancia de que jinetes especialmente
colocados a la orilla del mar por Antonio, impidieron al
enemigo surtirse de agua. Por cuyo aprieto y por cuya
afrenta, Libón dejó Brundisio y desistió de nuestro blo
queo.
XXV. 1 Habían ya transcurrido muchos meses 1 y
el invierno se había precipitado,2 sin que llegaran a César
las naves y las legiones de Brundisio. Y parecía a Cé
sar que se habían dejado pasar algunas oportunidades para
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