Page 325 - Guerra civil
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GUERRA  CIVIL  III


           2  Hecho esto, ordenó a las comunidades y a los tiranuelos
           entregar  tributos;  de  igual  modo,  había  reclamado  a  los
           publicanos  de  su  provincia  las contribuciones  de  dos  años
           que  debían  y  había  dispuesto  que  estos mismos  prestaran
           los  impuestos  del  año  siguiente; 3 en  fin,  había  ordenado
           levas  de  caballería  por  toda  su  provincia.              3  Una  vez
           reclutadas éstas, dejando atrás los linderos enemigos de los
           partos,4  que poco antes habían masacrado al general Marco
           Craso 5  y  habían  tenido  cercado  a  Bíbulo,  saca  de  Siria
           sus legiones y su caballería.          4  Como esta provincia había
           caído  en  una  enorme  inquietud  y  temor  por  la  guerra  de
           los  partos,  y  se habían  oído  rumores  de  los  soldados  en el
           sentido  de  que,  si  se  les  conducía  hacia  el  enemigo  ellos
           habrían  de  ir,  pero  que  no  levantarían  sus  armas  contra
           ningún  ciudadano  ni  contra  un  cónsul,  Escipión  los  hizo
           marchar  hasta  Pérgamo 6 y  los  hizo invernar  en  ciudades
           riquísimas,  ofreciéndoles  los  más  excelentes  obsequios  y,
           con el objeto de atraérselos, otorgó el saqueo de las comuni­
           dades  susodichas.  N


              XXXII.             1  Entre tanto,  se exigían  a  la  provincia  en­
           tera  los  impuestos  correspondientes  del  modo  más  impla­
           cable;  numerosas  clases  de impuestos  eran  inventados por
           su  avaricia;       2  se  imponía  un  tributo  por  cada  esclavo-
           o  por  cada  hombre  libre;  se  gravaban  fiscalmente  las
           columnas, las puertas,  el  trigo,  los militares,  las  armas, los
           remeros,  los  aparatos  de guerra,  los  transportes.               3  No
           sólo en  las ciudades, sino en los pueblecitos y  en las barria­
           das  había sendos  burócratas  con  cargo oficial:  y  de  éstos,
           el  que  se  comportaba  del  modo más  déspota  e  inexorable,,
           era el que se consideraba el varón y el ciudadano más apre­
           ciado.      4  La provincia  estaba llena  de lictores  y de fun­
           cionarios,  estaba  atestada  de  recolectores  y  recaudadores
           que,  además  de  los  impuestos  oficiales,  complacían,  tam­
           bién,  a  su  propio  lucro,  porque  andaban  diciendo  que
           ellos,  sacados  de  su  casa  y  de  su  patria,  necesitaban  de
           todas  las  cosas  más  indispensables,  tratando  de  ocultar


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