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GUERRA  CIVIL  III


              LVI  (LV).           1  Ganadas  la  Etolia,  la  Acarnania  y  la
           Anfiloquia 1  por  Cassio Longino y Calvisio  Sabino,  según
           lo hemos  dejado ya dicho, 2  César  estimaba  que debía  ser
           sondeada  la Acaya 3  y  que  debía  avanzarse  un  poco  más.
           2  Así,  envió  a  dicha  comarca  a  Quinto  Caleno,  y  le
           agregó  a  Sabino y a  Cassio con  sus  cohortes.                3  Cono­
           cida  la  llegada  de  éstos,  Rutilio  Lupo,4  que  controlaba
           la  Acaya  delegado  por  Pompeyo,  ordenó  que  fuera  for­
           tificado el  Istmo,6  para  cerrar a Fufio 6  el  paso a  Acaya.
           4  Caleno  ganó,  por  la  voluntad  de  las  ciudades mismas,
           a  Delfos,7  Tebas8  y  Orcómenos,9  sin  tomar  ninguna
           comunidad por la  fuerza, a tiempo que procuraba conciliar
           a  César  las  restantes  poblaciones,  enviándoles  emisarios.
           A  estos  problemas  estaba,  casi,  consagrado  Fufio  por
           entero.


              LVII.        1  Mientras  esto  acontece  en  Acaya  y  en  los
           alrededores  de  Dirraquio,  y  conociéndose  a  ciencia  cierta
           que Escipión había llegado a  Macedonia, César,  sin olvidar
           su  original  propósito,  le  manda  a  Aulo  Clodio,  amigo  a
           la  vez  de aquél y  de  éste, que lo  admitió en  el número de
           sus  amigos  previa  presentación  y  recomendación  del  pri­
           mero.       2  A  este  Clodio,  César le  encomienda una  carta
           y  recados  verbales  para  Escipión,  cuyo  extracto  era  el
           siguiente:  él  había  hecho todo lo posible  por  lograr  la  paz
           y creía que hasta  entonces  ningún  éxito  había  tenido  por
           la  ineficacia  de  aquellos  a  quienes  había  escogido  como
           promotores  de su  intención, pues  quizá  temían  que  nunca
           era  tiempo  oportuno  para  hacer  llegar  a  Pompeyo  sus
           mensajes.        3  Escipión,  en  cambio,  tenía  ante  éste  tal
           autoridad,  que  no  sólo  podía  exponerle  libremente  lo  que
           tuviese  por  biieno,  sino  inclusive,  en  gran  parte,  desapro­
           barlo  y  aun  corregirlo  si  erraba;  comandaba,  por  otra
           parte,  en  su  propio  nombre,  un  ejército;  de manera  que,
           además  del peso de su autoridad,  poseía cierto poder  coer­
           citivo.      4  Si  él quisiese  hacer  lo  que  se le recomendaba,
           todos  habían  de  obtener,  gracias  a  su  sola  persona,  la


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