Page 361 - Guerra civil
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GUERRA  CIVIL  III


           servido  César  a  lo  largo  de  toda  la  guerra  de  las  Galias.
           2  Por tal  motivo  les  había encomendado  en su comunidad
           las  más  importantes  magistraturas,  había  proveído  a  que
           fuesen  incluidos  en  su  senado  de  manera  extraordinaria,
           les  había ofrecido tierras tomadas  en  la  Galia  al  enemigo,
           así  como  recompensas  en  dinero,  convirtiéndolos  de  indi­
           gentes  en  ricos.        3  Ellos,  conforme  a  su  valer,  no  sólo
           eran honrados por César, sino también eran queridos por el
           ejército;  pero  confiados  en la  amistad  de  César  e  insolen­
           tados en una torpe y descomedida arrogancia, desdeñaban a
           los  suyos,  los  defraudaban  en  su  estipendio  y  desviaban
           hacia su hogar todo lo depredado.                4  Por cuyos motivos,
           sus connacionales, exasperados,  acudieron todos ante César
           y  abiertamente  se  quejaron  a  éste  de  los  agravios  de que
           eran objeto,  y  a  otras  cosas  agregaron  que  ambos  tenían
           registrado un  falso número de jinetes, cuya paga sustraían
           para  sí.



              LX.       1  César,  no  considerando  aquélla  una  ocasión
           para la  animosidad,  y  teniendo  en  cuenta  la  notable  valía
           de ambos  hermanos,  dejó  para  después  todo  el  asunto;  a
           ellos los reconvino en secreto, por  sustraer a los caballeros
           su  salario  y  los  exhortó  a  esperarlo  todo  de  su  amistad
           personal y a  confiar, teniendo en cuenta  sus  favores  pasa­
           dos,  en  los  que estaban  aún  por venir.              2  Sin  embargo,
           su  conducta les  provocó la  aversión y  el  desprecio  de toda
           la  gente  y  ellos  comprendían  que  esto  era  así,  no  sólo
           en  cuanto  a  los  reproches  de  los  demás,  sino  también  en
           cuanto  a  su  propio  juicio  y  a  su  personal  conciencia.
           3  Impulsados por esta vergüenza y creyendo que quizá no
           se habían  sustraído  al castigo,  sino que se les  había  reser­
           vado  para  después,1  resolvieron  abandonamos  y  asumir
           la  experiencia  de  probar  otra  suerte  y  nuevas  amistades.
           4  Y,  habiéndose  entendido  con  unos  cuantos  clientes
           suyos, 2 que se atrevieron a perpetrar un crimen  semejante,
           primero  trataron  de  matar  al  prefecto  de  caballería  Cayo
           Volseno3  —según  se  supo  después  de  concluida  la  gue-


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