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GUERRA CIVIL III
tranquilidad de Italia, la paz de las provincias y la salva
ción del imperio. 5 Esta encomienda la desempeña
Clodio ante Escipión y, en los primeros días, según pare
ció, fue oído de buena gana, pero después no le fue ya
concedida ninguna entrevista, habiendo sido Escipión cen
surado por Favonio, según supimos una vez terminada la
guerra; y el mensajero regresó hacia César, sin haber
obtenido su propósito.
LVIII. 1 César, con el objeto de que la caballería de
Pompeyo permaneciese en Dirraquio, impidiendo así su
alimentación, fortificó con grandes obras las dos entradas
al puerto que, según ya dijimos,1 eran estrechas, y levantó
fortalezas en dichos lugares. 2 Pompeyo, cuando se per
cató de que su maniobra 2 no aprovechaba en nada a su
caballería, después de dejar pasar algunos días, nuevamente,
por medio de sus naves, la concentró dentro de sus fortifi
caciones. 3 Era gravísima la carencia de pastura, al
grado de que se alimentaba a los caballos con follaje arran
cado de los árboles y con raíces de carrizos machacadas.
El trigo que había sido sembrado en el recinto de las
trincheras se había consumido. 4 Los enemigos se veían
obligados a acarrear el forraje desde Corcira y Acarna
nia, 8 después de un largo trecho de navegación,4 y,
como su abundancia era menor, a agregarle cebada y con
estos subterfugios a ir manteniendo en pie su caballada.
5 Pero cuando no sólo faltaron la cebada y el pasto y
las hierbas cortadas en todos los lugares, sino inclusive
el follaje de los árboles, y los caballos se desmedraban
de debilidad, entonces Pompeyo consideró la posibilidad de
intentar una salida.
LIX. 1 Había con César, en el número de sus caba
lleros, dos hermanos alobroges,1 Rucilo 2 y Eco, 8 hijos
de Abducilo,4 que había sustentado el poder en su comuni
dad durante muchos años; ambos eran hombres de singular
valor, de cuyos actos, excelentes y relevantes, se había
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