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GUERRA CIVIL III
rra— y así huir hacia Pompeyo con una prenda de su
traición; 5 pero cuando se vio que esto resultaba dfícil
y no había oportunidad para hacerlo, contrajeron deudas
por el mayor dinero posible, como si quisieran resarcir a
los suyos y devolverles lo defraudado, y, comprando
numerosos caballos, se pasaron a Pompeyo con aquellos
que resultaron partícipes de su resolución.
LXI. 1 A ambos, Pompeyo, por haber nacido en
cuna noble y estar decorosamente abastecidos, pues había
venido con ellos un gran cortejo1 y numerosa caballada,
y porque eran tenidos por varones valerosos y habían dis
frutado de distinción en el ejército de César, aunque ello
resultaba una innovación y sucedía en contra de la cos
tumbre, los condujo en torno de todas sus fortificaciones
y los ostentó ante los suyos. 2 2 En efecto, antes de
esta ocasión, ningún soldado de infantería o de caballería
se había pasado de César a Pompeyo, en tanto que todos
los días casi huían de Pompeyo a César, y esto sucedía
en masa respecto de todos los soldados enrolados en Epiro
y Etolia, y en todas las regiones que César controlaba. 3
3 Pero nuestros dos hermanos, conociendo todas nuestras
circunstancias —ya lo que no estaba aún concluido en las
fortificaciones, ya lo que, según los peritos del arte mili
tar, parecía faltar aún— y habiendo anotado las horas
de cada maniobra y el diferente esmero de las guardias,
según lo determinaba la índole o el empeño de los que
estaban al frente de estas actividades, todo ello lo des
cubrieron a Pompeyo.
LXII. 1 Conocidas por éste tales circunstancias y
habiendo ya de antemano adoptado la resolución de una
salida, ordena hacer a sus soldados coberturas de mimbre
para sus yelmos, y amontonar material de construcción.
2 Proveído esto, embarca a un gran número de tropas de
infantería ligera y de arqueros, en barcazas y naves ligeras
y, hacia la media noche, sacando de su cuartel general y
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