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GUERRA  CIVIL  III


           esto y no pretendió ofrecer batalla en forma, aunque con ello
           hubiera  quizá  aprovechado  alguna  oportunidad,  para  que
           no  pareciese  que  había  usurpado  las  atribuciones  de  la
           comandancia  suprema.              6  Los  pompeyanos  se  enfren­
           taban  a  una  gran  dificultad  en  su  retirada.  En  efecto,
           habiendo  partido  desde  un  sitio  bajo,  se  habían  detenido
           en  el  lugar  más  elevado;  si  se  retiraban  por  el  declive,
           temían  que  los  nuestros  los  siguieran  desde  arriba  y  no
           faltaba  mucho para  que  sobreviniese  el  ocaso  del  sol, 2  y
           para  llevar a  cabo su  propósito  les hubiese  sido necesario
           hacerlo prácticamente  de noche.               7  Así,  de  manera for­
           zada, y adoptando  su  decisión  de  acuerdo con las circuns­
           tancias,  Pompeyo  ocupó  una  altura  que  distaba  sólo  de
           nuestra fortaleza lo indispensable  para  que no pudiesen los
           suyos  estar  al  alcance  de  nuestra  artillería.  En  tal  lugar
           se  detuvo,  lo  fortificó,  y  en  él  congregó  sus  fuerzas.


              LII.       1  En  ese mismo  tiempo se combatió también en
           dos lugares, pues Pompeyo trató de atacar a la vez muchos
           fortines  con  el  objeto  de  estirar  nuestras  fuerzas  y  de
           que  no  se  pudieran  apoyar  entre  sí  los  torreones  cerca­
           nos.      2  En  un  paraje,  Volcacio  Tulo,1  sostuvo,  con
           tres  cohortes,  el  asalto  de  una  legión y  expulsó a  ésta  de
           su posición;  en otro,  los germanos, 2  saliendo  de  nuestras
           trincheras, después  de matar a muchos enemigos, se  reple­
           garon hasta los  suyos, incólumes.


              LUI.        1  Así  pues,  en  un  solo  día,  habiéndose  enta­
           blado  seis  batallas,  tres  en  Dirraquio1  y  tres  en  las
           trincheras,2  cuando  se  rindió  la  cuenta  de  todas  ellas,
           encontramos  que  el  número  de  los  pompeyanos  muertos
           fue  de  dos  mil,  entre  ellos  muchos  veteranos8  y  centu­
           riones  (en  cuya  cuenta se encontró Valerio  Flacco,4  hijo
           de  aquel  Lucio  que  había  gobernado  como  propretor  el
           Asia);  5  fueron recogidas  seis insignias militares. 6  2  De
           los  nuestros  no  más  veinte  fueron  echados  de  menos
           después de la batalla.          3  Pero en el  fortín no hubo abso-


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