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GUERRA CIVIL III
muy lejos de ciertas guarniciones y rápidamente el verano
las dejaba exahustas. 5 Y, al contrario, el ejército de
César gozaba de óptima salud y de gran abundancia
de agua, y rebosaba en aprovisionamientos de toda clase,
excepto el trigo; razones por las cuales cada día veía pasar
el tiempo más a su favor y le infundía mayor esperanza la
madurez de las mieses.
L. 1 En el nuevo género de táctica, unos y otros
adversarios descubrían nuevas reglas de guerra. Los ene
migos, habiéndose dado cuenta, por las fogatas, de que
nuestras cohortes pasaban la noche junto a las fortifica
ciones, acercándose en silencio disparaban todas sus saetas
contra la multitud de los soldados y al punto se replegaban
hacia los suyos. 2 A cuyas escaramuzas, los nuestros,
aleccionados por la experiencia, encontraron este remedio:
hacer hogueras en otro lugar. . . 1
LI. 1 Entre tanto Publio Sila, a quien César, al par
tir, había encomendado el campamento, enterado de la
situación llegó en auxilio de la cohorte con dos legiones;
con cuya llegada fácilmente fueron repelidos los pompe
yanos. 2 Éstos no sostuvieron ni el asalto ni la vista
siquiera de los nuestros y, derribados los primeros, los
restantes volvieron las espaldas y cedieron el terreno.
3 Pero habiéndolos seguido los nuestros, Sila los hizo
volver, para que no los persiguieran más de lo necesario.
Ahora bien, hay muchos 1 que aseguran que si hubie
se querido hostigarlos con mayor saña, la guerra hubiese
podido terminar ese día mismo; sin embargo, la conducta
de Sila nada parece tener de reprehensible. 4 Porque
unas son las obligaciones de los lugartenientes y otras
las del general en jefe; uno debe hacerlo todo según se le
tiene ordenado y el otro debe resolver libremente sobre
las circunstancias en general. 5 Sila, a cargo del campa
mento, habiendo liberado a los suyos, se conformó con
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