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GUERRA  CIVIL  III

          había  gran  abundancia  en  el  Epiro,  era  lo  que  tenían  en
          mayor  aprecio.6


              XLVIII.         1  Hay una  especie  de  raíces,  descubiertas
          por  las tropas auxiliares,  que  se  llamaba  chara,1  la  cual,
          mezclada  a  la  leche,2  aminoraba  sumamente  el  hambre.
           Los  soldados  confeccionaban  con  esto  un  sustituto  del
          pan.      2  Había gran abundancia  de tal alimento.  Cuando
          en  las  charlas  de  los  pompeyanos  se  insinuaba  nuestra
          hambre, inmediatamente se les arrojaban estos  panes ama­
           sados,  a  fin  de  que  sus  esperanzas  disminuyeran.


              XLIX.         1  Y  ya  comenzaban  a  madurar  las  mieses  y
           su  esperanza misma hacía tolerable la inopia,  pues  se  con­
           fiaba  en  que  muy  pronto  se disfrutaría  de la abundancia;
           a menudo,  se escuchaban,  en  las  guardias  nocturnas  o  en
           las  charlas  de  los  soldados  en  el  sentido  de  que  antes
           se  alimentarían  de  cortezas  de  árboles  que  dejar  a  Pom­
           peyo  escapárseles  de  las  manos.            2  También  con  satis­
           facción  se  enteraban,  a  través  de  los  tránsfugas,1  de
           que  las  monturas  del  enemigo  eran  mantenidas  con  gran
          dificultad,  de que las demás bestias de carga estaban muer­
           tas 2  y  de  que  los  pompeyanos  mismos  no  gozaban  de
           buena  condición  sanitaria,  a  causa  de  la  estrechez  de  su
           terreno,  del  olor  fétido  causado  por  la  multitud  de  cadá­
           veres, de los  trabajos  cotidianos,  deshabituados como  esta­
           ban a las  faenas, y  de la carencia de agua  de que  entonces
           estaban  ya  abrumados.            3  En  efecto,  todos  los  ríos  y
           arroyos que iban a dar  al mar,  César,  o  los había desviado
           de  curso  o,  gracias  a  grandes  obras  los  había  taponado,
           pues como se trataba de lugares montañosos y  de abruptos
           y  estrechos  valles  los  había  obstruido  con  palos  enormes
           clavados  en  tierra,  y  les  había  agregado  más  tierra  para
           que  contuvieran  el  agua.            4  Así,  el  enemigo  se  veía
           constreñido  a  buscar  los  lugares  bajos  y  palustres,3  y
           a  cavar  en  ellos  pozos,  y  a  este  trabajo  agregaban  las
           faenas  diarias;  además,  esas  surgentes  se  encontraban



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