Page 375 - Guerra civil
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GUERRA CIVIL III
habían llegado; y por todas partes eran la confusión, el
pánico, la fuga completa, al grado de que, al tomar César en
sus manos las insignias de los que huían y al ordenarles
en persona que se detuvieran, los unos dejaban sus caballos
y escapaban para continuar su carrera, y los otros, por
el terror, abandonaban inclusive sus estandartes, y no
había uno solo que se detuviera.
LXX. 1 En medio de tantas desgracias, nos ayudó
a que no se destruyese el ejército completamente la cir
cunstancia de que Pompeyo, temiendo una emboscada,
estoy seguro de ello —pues había sucedido esto, contra toda
esperanza, a quien poco antes viera huir a los suyos del
campamento—, no osó durante algún tiempo acercarse a
las fortificaciones, y también la circunstancia de que su
caballería, embarazada por el escaso espacio, ya ocupado
por los soldados de César, se retrasó en la persecución.
2 Y así, un pequeño detalle tuvo gran repercusión de una
parte y de otra. En efecto, las fortificaciones que llevaban
del campamento al río, habiendo sido ya tomado el campo
de Pompeyo, interrumpieron la ya casi segura victoria de
César y la misma circunstancia, retardando la prontitud
de la persecución, significó la salvación de nuestro ejército.
LXXI. 1 En los dos combates de un solo día, César
echó de menos novecientos sesenta soldados de infantería
y los connotados caballeros romanos1 Tuticano Gallo,2
hijo de senador, Fleginate de Placencia,3 Aulo Granio
de Puteoli 4 y Marco Sacrativiro de Capua,5 así como
cinco tribunos militares y dos centuriones. 2 Pero la
mayor parte de ellos murió sin heridas, en los fosos, las
fortificaciones y las orillas del río, aplastados por los suyos,
en medio del terror y la fuga; se perdieron, además, treinta
y dos insignias militares. 3 Pompeyo proclamado, por
aquella batalla, imperator, designación que aceptó, deján
dose saludar con ella en lo sucesivo; pero ni la usó para
rubricar sus cartas, 6 ni ornó con laurel las insignias de
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