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GUERRA CIVIL III
tes,1 desistiendo de su bloqueo, y, concentrando en un
solo sitio a su ejército, organizó una asamblea con sus
soldados y los exhortó a no dejarse abrumar por lo que
había sucedido, ni a desmoralizarse por ello, cuando tantas
batallas victoriosas se podían cotejar con una sola adversa,
y ésta mediocre. 3 Más bien debían rendir gracias a
la fortuna, por haber tomado a Italia sin detrimento alguno,
por haber pacificado las dos Hispanias, dominadas por
soldados tan aguerridos y por jefes tan hábiles y expertos,
y por haber sometido a su dominio provincias tan cercanas
como abundantes en trigo; 2 finalmente, debían recordar
con cuánto éxito habían sido transportados incólumes
todos, en medio de las flotas que colmaban, no sólo los
puertos, sino el litoral entero. 4 Si no todo resultaba
propicio, ello era motivo para ayudar a la fortuna con
el esfuerzo. En cuanto al desastre sufrido, a cualquier
hombre debía atribuirse antes que a su culpa personal.
5 Él les había proporcionado un sitio favorable al com
bate, se había apoderado de un campamento enemigo, había
expulsado y vencido al adversario. Pero, ya haya sido el
pánico de ellos, ya algún error, ya la fortuna misma, lo
que había frustrado una victoria ya lograda y segura, el
hecho era que todos debían procurar que el fracaso sufrido
fuese resarcido con presencia de ánimo. 6 Si ello suce
día así, habría de resultar que el fracaso se transformaría
en éxito, como había sucedido en Gergovia,8 y que
aquellos que habían temido pelear antes se ofrecían es
pontáneamente al combate.
LXXIV. 1 Realizada esta asamblea, César tachó de
infamia y degradó a ciertos portaestandartes.1 2 Pero
el ejército entero fue sobrecogido de tan desagradable des
contento y de tanta ansia de reparar su ignominia, que
nadie quería esperar las órdenes de los tribunos ni de
los centuriones y cada quien deseaba imponerse, a modo
de sanción, los más penosos trabajos, a tiempo que todos
ardían del deseo de combatir, mientras, inclusive, ciertos.
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