Page 377 - Guerra civil
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GUERRA  CIVIL  III


           sus haces. 7       4  En cuanto  a  Labieno, habiendo  obtenido
           de  aquél  el  disponer a  su arbitrio  de  los  prisioneros,  exhi­
           bidos  todos  ellos  con  el  propósito,  según  se  veía,  de  una
           ostentación  que  provocara  mayor  confianza  en  el  tráns­
           fuga,  llamándolos  sus  camaradas  de  armas8  y  pregun­
           tándoles, en  medio de grandes  ultrajes verbales  si  los  sol­
           dados  veteranos  solían  o  no  huir,  los  hizo  masacrar  ante
           los  ojos  de  todos.


              LXXII.         1  Estas  circunstancias  inspiraron  en  los
           pompeyanos  tanta  confianza  y  tanta  soberbia  que  no
           reflexionaban  ya  en  el  modo  de  continuar  la  guerra  sino
           que  les  parecía  haber  vencido  definitivamente.                  2  No
           pensaban  en  que  las  causas  de  la  derrota  habían  sido  la
           limitada  cantidad  de  nuestros  soldados,1  la  desventaja
           del lugar y la incomodidad  de un campamento ya ocupado,
           el  doble  pánico  de  dentro y  fuera  de las  instalaciones  y la
           división  de  nuestro  ejército  en  dos  partes,  de  las  cuales,
           la  una  podía  dar  apoyo  a  la  otra.              3  No  añadían  a
           todo  esto  que  no  se  había  llevado  a  cabo  ningún  choque
           violento,  ni  se había  luchado  en  combate  formal,  sino  que
           la multitud  de  los  efectivos mismos  y  su propio  embarazo
           eran  lo  que  había  provocado  el  mayor  daño,  sin  que  lo
           hubieran recibido del enemigo.              4  No recordaban, en fin,
           que la suerte común en la guerra ocasiona grandes  fracasos
           a  menudo  por  causas  mínimas  o  por  sospechas  falsas  o
           por  el  pánico  súbito  o  por  un  escrúpulo  religioso,  y  que
           a  menudo  un  ejército  puede  ser  maltratado  ya  por  una
           falla  de  su jefe, ya  por la culpa  de  sus  oficiales;  sino que,
           como si  hubieran vencido  por  su valor y no pudiera sobre­
           venir un cambio en las circunstancias, celebraban la victoria
           de  aquella  fecha  por  la  tierra  entera,  de  viva  voz  y  por
           cartas.


              LXXIII.          1  César,  desistiendo  de  sus anteriores  pro­
           yectos,  consideró que  debía cambiar  su sistema estratégico.
           2  Y  así,  retirando  a  un  mismo tiempo  todos  sus  baluar-



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