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GUERRA CIVIL III
sus haces. 7 4 En cuanto a Labieno, habiendo obtenido
de aquél el disponer a su arbitrio de los prisioneros, exhi
bidos todos ellos con el propósito, según se veía, de una
ostentación que provocara mayor confianza en el tráns
fuga, llamándolos sus camaradas de armas8 y pregun
tándoles, en medio de grandes ultrajes verbales si los sol
dados veteranos solían o no huir, los hizo masacrar ante
los ojos de todos.
LXXII. 1 Estas circunstancias inspiraron en los
pompeyanos tanta confianza y tanta soberbia que no
reflexionaban ya en el modo de continuar la guerra sino
que les parecía haber vencido definitivamente. 2 No
pensaban en que las causas de la derrota habían sido la
limitada cantidad de nuestros soldados,1 la desventaja
del lugar y la incomodidad de un campamento ya ocupado,
el doble pánico de dentro y fuera de las instalaciones y la
división de nuestro ejército en dos partes, de las cuales,
la una podía dar apoyo a la otra. 3 No añadían a
todo esto que no se había llevado a cabo ningún choque
violento, ni se había luchado en combate formal, sino que
la multitud de los efectivos mismos y su propio embarazo
eran lo que había provocado el mayor daño, sin que lo
hubieran recibido del enemigo. 4 No recordaban, en fin,
que la suerte común en la guerra ocasiona grandes fracasos
a menudo por causas mínimas o por sospechas falsas o
por el pánico súbito o por un escrúpulo religioso, y que
a menudo un ejército puede ser maltratado ya por una
falla de su jefe, ya por la culpa de sus oficiales; sino que,
como si hubieran vencido por su valor y no pudiera sobre
venir un cambio en las circunstancias, celebraban la victoria
de aquella fecha por la tierra entera, de viva voz y por
cartas.
LXXIII. 1 César, desistiendo de sus anteriores pro
yectos, consideró que debía cambiar su sistema estratégico.
2 Y así, retirando a un mismo tiempo todos sus baluar-
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