Page 73 - Guerra civil
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INTRODUCCIÓN


           como  en  el  l x iv   del  mismo  libro,  en  que se  peca  de  exce­

           siva  retórica;  o  como  en  el  l x x i i i,  4  del  libro  a  que  se
           alude,  referido  al  desastre  de  Dirraquio.  César  incurre,
           por  otra  parte,  en  lo  prolijo  en  ciertas  descripciones,  en
           las  que  se  acumulan  las  subordinadas  en  un  amontona­

           miento  compacto,  que torna  difícil  su lectura,  como sucede
           en la  descripción  de la  turris  lateritia edificada durante el

           cerco  de  Marsella.
              Fuera  de  lo  dicho,  completado  por  las  notas  oportunas
           a  los  dos  textos  de  esta  edición,  es  poco  lo  que  se  tiene

           que  agregar  a  la  crítica  de  la  Guerra  Civil,  tan  apegada
           a  la  gramática  latina;  y,  entre  otras  cosas,  que  no  tuvo,

           seguramente,  tiempo  de  dar  la  última  mano  a  su  obra;
           que  muestra la  limpidez  y  la  concisión  caras  a  los  retóri­
           cos  áticos;  y  que,  a  pesar  de  ello,  su  estilo no  es  el  de un
           auténtico  soldado;  al  contrario,  según  lo  afirma  Michael

           Grant,  "César es  exponente  del  canon  típicamente  clásico,
           según el cual el  verdadero  arte consiste en saber  disimular

           el  arte”.  Y  como  César  era  un hombre  de  acendrada  pre­
           paración  cultural,  estaba  bien  empapado  en  esta tradición,
           y  la  ausencia  de  retórica  constituía  en  él  modos  estudia­
           dos,  frutos  de  magistral  actividad,  que  requerían  la  más

           escrupulosa de las  teorías literarias.  Las palabras  de  César
           son  simples,  no  porque  él  escogiera  las  primeras  palabras

           que  le vinieran  a  la mente,  sino por  una  preferencia de  la
           tendencia  ática  hacia  tal  forma estilística.
              Es  sabido  que  la  guerra  civil  concluye  propiamente  en

           Farsalia,  con  el  aniquilamiento  de  los  pompeyanos  y  la
           fuga  de  su  jefe.  Pero  nos  resta  aludir,  así  sea  sumaria­

           mente,  a  las  demás  batallas  que  hubo  de  afrontar  César
           contra  sus  enemigos supérstites,  así  como  a su obra  refor­



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