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MÁS ALLÁ DEL MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO


               Pero esta exigencia del método hipotético deductivo no describe de manera realista el comporta-
            miento de la ciencia y de los científicos.Efectivamente, si se examina la historia de la ciencia se observa
            que los científicos raras veces se comportan como lo indica el método hipotético deduc-
            tivo (al menos en la versión que acabamos de describir).
               Se advierte, por ejemplo, que si un científico encuentra un caso que refuta la hipótesis general,
            antes de abandonarla o rechazarla, lo que suele hacer es preguntarse:
                 a. ¿Se tratará de un caso genuino? (en nuestro ejemplo: ¿será esto una mosca?); o
                 b. Si fuera un caso genuino, será un ejemplar no afectado por otros factores o
                   circunstancias incluso contingentes que no estamos pudiendo conocer (en
                   nuestro ejemplo: esta mosca ¿no estará afectada por alguna enfermedad o
                   dificultad motriz que le impide volar, a pesar de estar diseñada para el vuelo?); o
                 c. ¿dispondremos de medios adecuados para evaluar los casos o las
                   observaciones que estamos haciendo (en nuestro ejemplo: ¿es suficiente con la
                   observación simple para detectar o estar seguros de que estamos observando
                   una mosca?)


               Todo lo dicho saca a luz algunos problemas no menores a la hora de buscar criterios que ga-
            ranticen la validez de las hipótesis científicas.
               Uno de esos problemas –que involucra de igual modo a la posición inductivista como a la deductivis-
            ta- consiste en reconocer que todo enunciado observacional supone ya alguna hipótesis acerca de los
            criterios que deben seguirse para reconocer el “caso” como un caso adecuado a la hipótesis general.
               En nuestro ejemplo –bastante trivial- significa que para saber que “algo es una mosca”, uno tiene
            que tener ya una teoría sobre qué es mosca y qué no es mosca. Antes de decidir si es cierto que “esta
            mosca vuela” es necesario tener la certeza de que “esto es una mosca”.
               Si en vez de este ejemplo nuestra hipótesis postulara, como lo hizo la teoría atómica de Dalton, que
                    “los átomos de un mismo elemento son iguales en masa y en todas las demás cualidades”
               ya no resulta tan simple precisar cuáles son los criterios a seguir para determinar que estamos
            ante un “caso de átomo de un mismo elemento x”. Y se requiere al menos un conjunto de “acuerdos
            técnicos” para llegar a ello.
               Gran parte del desarrollo de la ciencia se basa en la posibilidad de fundamentar estos acuerdos técni-
            cos.  De modo tal que en toda experiencia de “puesta a prueba de una hipótesis” existen acuerdos meto-
            dológicos, que son previos a esa puesta a prueba y que en sí mismos no son probados ni cuestionados.
               Como lo ha señalado el epistemólogo argentino Juan Samaja, “operan allí otras inferencias, como la
            abducción y la analogía, que están a la base de la creación de las hipótesis, y de la identificación de los
            casos, requeridos para probarlas”.
               En relación al concepto de analogía, Juan Samaja ha dicho:
               “Llevamos a cabo una analogía cuando tenemos como premisa la proposición que afirma que el


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