Page 287 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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se  queda,  sin  inclinarse  hacia  ningún  lado,  como  un  punto  en  un  círculo;  forma,

  porque  circunscribe,  abarca  y  termina;  amor,  concordia  y  misericordia,  porque  es
  indivisible.  Otros  nombres  simbólicos  para  la  mónada  son  nave,  carro,  Proteo  (un

  dios  capaz  de  cambiar  de  forma),  Mnemósine  y  poliónimo  (que  tiene  muchos

  nombres).

       Los siguientes nombres simbólicos le fueron dados a la díada, el dos, porque se ha
  dividido y hay dos, en lugar de una y, cuando hay dos, cada una se opone a la otra:

  genio, mal, oscuridad, desigualdad, inestabilidad, movilidad, atrevimiento, fortaleza,

  disputa,  materia,  disparidad,  división  entre  la  multitud  y  la  mónada,  defecto,

  deformidad, indefinición, indeterminación, armonía, tolerancia, raíz, cabecera, Fanes,
  opinión,  falacia,  otredad,  apocamiento,  impulso,  muerte,  movimiento,  generación,

  mutación,  división,  longitud,  aumento,  composición,  comunión,  desgracia,

  sustentación, imposición, matrimonio, alma y ciencia.
       En su libro titulado El poder oculto de los números, W. Wynn Westcott dice con

  respecto a la díada: «La llamaban osadía, por ser el primer número que se separó de la

  divinidad,  del  “adytum  del  silencio  alimentado  por  Dios”,  como  dicen  los  oráculos
  caldeos».

       Así como la mónada es el padre, la díada es la madre; por consiguiente, la díada

  tiene algunos puntos en común con las diosas Isis, Rea (la madre de Júpiter), Frigia,

  Lidia, Dindimene (Cibeles) y Ceres: Erato (una de las musas); Diana, porque la luna se
  bifurca; Dictina, Venus, Dione, Citerea; Juno, porque es a la vez esposa y hermana de

  Júpiter, y Maya, la madre de Mercurio.

       Así como la mónada es el símbolo de la sabiduría, la díada es el símbolo de la

  ignorancia,  porque  existe  en  ella  la  sensación  de  separación  y  esta  sensación  es  el
  comienzo de la ignorancia. Sin embargo, la díada también es la madre de la sabiduría,

  porque la ignorancia, por su propia naturaleza, siempre da origen a la sabiduría.

       Los pitagóricos veneraban a la mónada, pero despreciaban a la díada, porque era
  el símbolo de la polaridad. Por el poder de la díada se crearon las profundidades, en

  contraposición a los cielos. Las profundidades reflejaban los cielos y se convirtieron

  en el símbolo de la ilusión, porque lo de abajo no era más que un reflejo de lo de

  arriba. Se llamó al abajo maya, la ilusión, el mar, el gran vacío, y, para simbolizado,
  los reyes magos de Persia llevaban espejos. De la díada surgieron polémicas y disputas

  hasta  que,  al  introducir  la  mónada  en  la  díada,  el  Dios-Salvador  restableció  el

  equilibrio,  adoptó  él  mismo  la  forma  de  un  número  y  fue  crucificado  entre  dos

  ladrones por los pecados de los hombres.
       La tríada, o el tres, es el primer número que realmente es impar, porque la mónada
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