Page 386 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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las ramas, que se extienden a partir del tronco central, representa la infinidad de
efectos universales que dependen de una sola causa.
El árbol también se acepta como símbolo del microcosmos, es decir, del hombre.
Según la doctrina esotérica, el hombre existe primero como posibilidad dentro del
cuerpo del árbol del universo y después florece como manifestación objetiva en sus
ramas. Según un mito primitivo de los Misterios griegos, el dios Zeus creó la tercera
raza de hombres a partir de los fresnos. La serpiente, que tan a menudo aparece
enroscada alrededor del tronco del árbol, suele representar la mente —la capacidad de
pensar— y es el eterno tentador o impulso que acaba conduciendo a todas las
criaturas racionales al descubrimiento de la realidad y así acaba con el dominio de los
dioses. La serpiente oculta en el follaje del árbol universal representa la mente cósmica
y, en el árbol humano, el intelecto individualizado.
Como consecuencia del concepto de que toda la vida nace de semillas, los cereales
y varias plantas fueron aceptados como emblemas del espermatozoide humano y, por
consiguiente, el árbol era simbólico de la vida organizada que evolucionaba a partir de
su germen primitivo. El desarrollo del universo a partir de su semilla primitiva se
puede comparar con el crecimiento del poderoso roble a partir de una bellota
diminuta. Aunque aparentemente el árbol es mucho más grande que su propio origen,
este contiene en potencia cada una de las ramas, ramitas y hojas que más adelante se
desarrollarán de forma objetiva mediante los procesos de crecimiento.
La veneración del hombre por los árboles como símbolos de las cualidades
abstractas de la sabiduría y la integridad también lo llevó a llamar «árboles» a las
personas que poseían aquellas cualidades divinas hasta un grado aparentemente
sobrehumano. Por consiguiente, llamaron «árboles» u «hombres árboles» a los
filósofos y los sacerdotes muy preclaros, como los druidas —cuyo nombre significa,
según una versión, «los hombres de los robles»— o los iniciados de determinados
Misterios sirios, a los que llamaban «cedros»; en realidad, es mucho más verosímil y
probable que los famosos cedros del Líbano que se talaron para construir el templo
del rey Salomón en realidad fueran sabios iniciados e iluminados. Los místicos saben
que los verdaderos soportes de la gloriosa casa de Dios no eran los troncos, que se
podían pudrir, sino los intelectos inmortales e imperecederos de los hierofantes
árboles.
Los árboles se mencionan muchas veces tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento y en las escrituras de diversas naciones paganas. El árbol de la Vida y el
árbol del Conocimiento del Bien y del Mal que se mencionan en el Génesis, la zarza
ardiente en la cual el ángel se apareció a Moisés, la famosa vid y la higuera del Nuevo