Page 456 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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puede envenenar su propia naturaleza etérica y que esta infección, al desviarse del
flujo natural de la fuerza vital, aparece más adelante como una dolencia física. Todas
las plantas y los minerales tienen una naturaleza invisible compuesta por este
archaeus, pero cada uno la manifiesta de una forma diferente.
Con respecto a los cuerpos de luz astral de las flores, en 1650 Jacques Gaffarel
escribió lo siguiente: «Respondo que, aunque se corten en trocitos, se machaquen en
un mortero e incluso se quemen hasta reducirlas a cenizas, mantienen —por algún
poder secreto y maravilloso de la naturaleza—, tanto en el jugo como en las cenizas, la
misma forma y figura que tenían antes y, aunque no sea visible en ese momento, un
artista puede, con arte, volverlas visibles a los ojos. Es posible que algunos —aquellos
que solo leen los títulos de los libros— encuentren ridícula esta historia, pero quienes
así lo deseen pueden verla confirmada, si recurren a las obras de M. du Chesne, S. de
la Violette, uno de los mejores químicos que han dado nuestros tiempos, quien afirma
que él mismo vio a un excelente médico polaco de Cracovia que guardaba en frascos
las cenizas de casi todas las plantas conocidas, de modo que si alguien por curiosidad
tenía deseos de ver alguna de ellas, por ejemplo, una rosa, en uno de sus frascos, él
cogía el que contenía las cenizas de una rosa y lo sostenía sobre una vela encendida;
en cuanto las cenizas comenzaban a sentir el calor, uno podía ver cómo empezaban a
moverse y después se levantaban y se dispersaban por el frasco y uno observaba
enseguida una especie de nubecilla negra, que se dividía en muchas partea hasta que,
finalmente, acababa por representar una rosa, pero tan bella, tan fresca y tan perfecta
que uno habría pensado que era tan sólida y olorosa como las que crecen en un
rosal». [118]
Según Paracelso, los trastornos del doble etérico eran la causa principal de
enfermedad, de modo que trataba de volver a armonizar sus sustancias, poniéndolas
en contacto con otros cuerpos cuya energía vital pudiese suministrarles los elementos
necesarios o que tuviesen la fuerza suficiente para superar la enfermedad existente en
el aura del enfermo. Al eliminarse así su causa invisible, la dolencia no tardaba en
desaparecer.
Paracelso llamaba mumia al vehículo del archaeus, o fuerza vital. Un buen
ejemplo de mumia física es la vacuna, que es el vehículo de un virus semiastral. Todo
lo que sirviera como medio de transmisión del archaeus, ya sea orgánico o
inorgánico, realmente físico o parcialmente espiritualizado, se denominaba mumia. La
forma más universal de la mumia era el éter, que la ciencia moderna ha aceptado
como una sustancia hipotética que actúa como medio entre el reino de la energía vital