Page 454 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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entre todas las clases sociales, Paracelso escribió lo siguiente: «Por lo tanto, considero

  que  es  para  mí  motivo  de  alabanza  y  no  de  culpa  haber  continuado  hasta  ahora  y
  dignamente con mis vagabundeos. Por eso doy fe, con respecto a la naturaleza, de que

  quien la investigue deberá recorrer sus libros con los pies. Lo que está escrito no se ha

  investigado mediante sus cartas, sino en la naturaleza, de una tierra a otra, a veces en

  una tierra y otras veces en una hoja, puesto que así es el códice de la naturaleza y así

  hay que pasar sus páginas».            [115]
       Paracelso fue un gran observacionista y quienes mejor lo conocieron lo llamaban

  «el segundo Hermes» y «el Trismegisto suizo». Recorrió Europa de cabo a rabo y es

  posible que penetrara en tierras orientales mientras buscaba supersticiones y descubría
  doctrinas supuestamente perdidas. Aprendió mucho de los gitanos acerca del uso de

  las  plantas  herbáceas  con  propiedades  medicinales  y,  aparentemente,  de  los  árabes

  sobre la fabricación de talismanes y sobre las influencias de los cuerpos celestes Para

  él era mucho más importante curar a los enfermos que mantener una postura médica
  ortodoxa, de modo que sacrificó una carrera médica que podría haber llegado a ser

  digna  y  fue  perseguido  toda  la  vida  por  atacar  implacablemente  los  sistemas

  terapéuticos de su época.

       Su hipótesis fundamental era que todo lo que había en el universo era bueno para
  algo y por eso arrancaba hongos de las lápidas y recogía rocío en platillos de cristal a

  medianoche.  Era  un  verdadero  explorador  de  los  arcanos  de  la  naturaleza.  Según

  muchos expertos, fue el descubridor del mesmerismo, que Mesmer desarrolló a partir
  del estudio de las obras de este gran médico suizo.

       Sus propias palabras extravagantes nos proporcionan la mejor manera de expresar

  el  absoluto  desprecio  que  Paracelso  sentía  por  los  limitados  sistemas  médicos  que
  estuvieron  en  boga  durante  su  vida  y  su  convencimiento  de  que  eran  inadecuados:

  «Sin  embargo,  la  cantidad  de  enfermedades  debidas  a  causas  desconocidas  es  muy

  superior a las que proceden de causas mecánicas y para aquellas nuestros médicos no

  conocen  ninguna  cura,  porque,  al  no  conocer  sus  causas,  no  pueden  hacerlas
  desaparecer. Lo único que les permite la prudencia es observar al paciente y elucubrar

  sobre  su  estado,  y  el  paciente  puede  sentirse  satisfecho  si  los  medicamentos  que  le

  administran no le ocasionan daños graves ni impiden su restablecimiento. Los mejores

  de  nuestros  médicos  populares  son  los  que  causan  menos  daño.  Sin  embargo,
  lamentablemente, algunos envenenan a sus pacientes con mercurio y otros los purgan

  o hacen que mueran desangrados. Algunos han aprendido tanto que su saber les ha

  hecho perder todo el sentido común, mientras que otros se preocupan mucho más de
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