Page 863 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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para que ayunen y oren en el bosque, donde permanecen hasta que se les manifiesta
su espíritu guardián. La criatura que se les aparece se convierte en su genio particular,
al que recurren cuando tienen dificultades.
El héroe extraordinario del folclore indígena norteamericano es Hiawatha, cuyo
nombre, según Lewis Spence, significa «el que busca el cinturón de abalorios».
Corresponde a Hiawatha el honor de haberse anticipado varios siglos al sueño de una
Liga de Naciones que tanto valoraba el difunto Woodrow Wilson. Siguiendo los pasos
de Schoolcraft, Longfellow confundía al Hiawatha histórico de los iroqueses con
Manabozho, un héroe mitológico de los algonquinos y los ojibwas Hiawatha, un jefe
de los iroqueses, logró, tras muchos reveses y decepciones, unificar las cinco grandes
naciones de los iroqueses en la «liga de las cinco naciones». El objetivo original de la
liga —crear consejos arbitrales para evitar las guerras— no se consiguió del todo,
pero el poder de la «cadena de plata» brindó a los iroqueses una solidaridad que no
alcanzó ninguna otra confederación de indios norteamericanos. De todos modos,
Hiawatha tropezó con la misma oposición que todos los grandes idealistas de la época
o la raza que fueran. Los chamanes dirigieron su magia contra él y, según una leyenda,
crearon un ave malvada que se abatió sobre su única hija y la destrozó delante de él.
Cuando Hiawatha, tras cumplir su misión, se alejó remando en su canoa en dirección
al crepúsculo, su pueblo se dio cuenta de la verdadera grandeza de su benefactor y lo
elevó a la dignidad de semidiós. En El canto de Hiawatha, Longfellow ha rodeado al
gran estadista indio de un ambiente encantador de magia y embeleso; sin embargo, a
través del laberinto de símbolos y alegorías, siempre se vislumbra la figura de
Hiawatha, el Iniciado, la personificación misma del piel roja y su filosofía.
El Popol Vuh
Ningún otro libro sagrado expresa de forma tan completa como el Popol Vuh los
rituales iniciáticos de una gran escuela de filosofía mística. Basta con este volumen
para establecer indiscutiblemente la excelencia filosófica de la raza cobriza o piel roja.
«Los “hijos del Sol” rojos —escribe James Morgan Pryse— no adoran al Único
Dios. Para ellos, el Único Dios es totalmente impersonal y todas las Fuerzas que
emanaban del Único Dios son personales. Es exactamente lo opuesto de la concepción
popular occidental de un Dios personal y de las fuerzas impersonales que actúan en la
naturaleza. Cada uno ha de decidir por sí mismo cuál de estas creencias es más
filosófica. Aquellos hijos del Sol adoran a la serpiente emplumada, que es la